sábado, abril 20, 2024
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El fallo de Restitución de Tierras que le devuelve terrenos sagrados a los kogui

En la Sierra Nevada de Santa Marta está el ‘corazón del mundo’, según las comunidades indígenas que viven allí. En esa zona del norte del país habitan los kogui, tribu que mediante un fallo del Tribunal de Restitución de Tierras de Cartagena recuperó 1.636 hectáreas de tierra que estaban en poder de campesinos y colonos.

El Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) entregó una parte de los terrenos sagrados de los kogui a campesinos víctimas de desplazamiento por el conflicto armado. En diálogo con la revista Cambio, Julio César Guzmán, abogado del Grupo Étnico de la Unidad de Restitución de Tierras, explicó que en primera instancia la entidad emitió una resolución para la ampliación del resguardo indígena, pero tiempo después sacó otra directriz en la cual se le entregó una parte de esa tierra a las víctimas.

Sumado a eso, los terrenos sagrados y las comunidades que allí vivían sufrieron afectaciones por el conflicto armado: primero, llegaron a esas tierras las guerrillas Farc y ELN a disputar el control del territorio con las Autodefensas Unidas de Colombia, grupo que construyó fosas comunes en esos suelos. Posteriormente, el Ejército y la fuerza pública entró a disuadir a los actores ilegales, motivo que generó como principal consecuencia la deforestación y otros años ambientales a la flora, fauna y recursos hídricos de esa zona.

El 26 de septiembre de 2022, la Sala Civil del Tribunal de Restitución de Tierras emitió un fallo que ordenó la ampliación del resguardo kogui en 1.636 hectáreas. Para José María Conchacala Mujica, coordinador general del resguardo, le dijo al medio citado que desde 2004 estaban esperando una decisión judicial de esa magnitud que beneficiara a esa comunidad.

La determinación de las tres magistradas de la Sala ordenó a la Alcaldía de Dibulla –la Guajira–, el Ministerio de Ambiente, la Gobernación de la Guajira y a Corpoguajira diseñar estrategias para el cuidado del río ancho, el cual rodea esas tierras.

Además, exigió la instalación de vallas que expliquen que esas tierras son propiedad de la comunidad kogui de Tugeka y exhortó a las autoridades competentes para el diseño de medidas que permitan la reparación de los indígenas sobre los daños ambientales generados por la siembra de cultivos ilícitos, la deforestación y el bombardeo por parte de las fuerzas del Estado para atacar los laboratorios de cocaína que allí fueron creados por grupos ilegales.

Ahora, si bien el fallo del tribunal beneficia a los indígenas, genera afectaciones en los campesinos que, desde 2005, tuvieron el derecho a un pedazo de tierra como forma de reparación por las afectaciones sufridas en medio del conflicto interno. Actualmente, varios de ellos tienen en sus parcelas entregadas cultivos de café, aguacate, coco, entre otros frutos.

En esa parte de la Guajira, ya fueron construidas vías terciarias, motivo por el cual ese fallo genera preocupación por lo que pueda pasar con esos hogares y sus habitantes. Sin embargo, Ada Lallemand Abramuck, una de las magistradas creadoras de la decisión, precisó a aquella revista que se le deben respetar los terrenos indígenas a los indígenas, pero se deben compensar a los campesinos.

“Lo que se trató de hacer fue un fallo en equidad que respete el derecho del pueblo indígena a su territorio. El territorio para el pueblo indígena no es solamente la tierra y eso es lo que hay que entender”, le dijo a Cambio la togada. También precisó que no es el hecho de entregar la tierra en sí, sino que hay detrás un tema de preservación de culturas y tradiciones ancestrales. Por otro lado, no se pueden afectar los derechos de los campesinos resarcidos con esas tierras.

Mientras esta puja por el territorio sigue, de manera parsimoniosa, aunque con momentos tensos, varios grupos armados ilegales siguen presentes en esa región. La tríada por la tierra la conforman los campesinos víctimas que se reúsan a dejar esos terrenos fértiles y los kogui que quieren seguir manteniendo a sus comunidades en medio de terrenos sagrados, pese a todas las afectaciones que ha dejado tanto la guerra interna como la imprecisión del Incoder. Con Infobae

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