La joya musical del Caribe: Rafael Campo Miranda
La apasionante aventura de uno de los compositores más icónicos de la música colombiana y del Caribe. El centenario soledeño Rafael Campo Miranda.
Por Uriel Ariza-Urbina
El joven se acercó ansioso esa mañana a la recepción del Hotel Esperia, de Puerto Colombia. Tres días antes había conocido a una deslumbrante mujer mexicana que lo enamoró perdido. Una camarera lo reconoció y le entregó una carta que le habían dejado.
“Perdóname amor, no he querido engañarte. Soy una mujer ajena. Los instantes dichosos que me hiciste vivir no podré desecharlos de mis recuerdos…”.
Cuando Rafael Campo Miranda leyó la esquela quedó enterrado en el piso. Adriana había partido, y él quedaba solitario y con el pecho encendido, tras besos de pasión. Se abandonó al silencio del mar en el muelle y empezó a inspirase con su guitarra para componer uno de los porros más célebres y representativos del Caribe y la música folclórica colombiana: “Recuerdos náufragos”.
Era el segundo éxito de Rafael Campo Miranda, después de “Playa”, de 1946, el primer porro en saltar a los salones vetados del Country Club de Barranquilla, y grabada en Buenos Aires por la orquesta de Eduardo Armani. “Yo me di a la tarea de vestirlo de poesía”, dijo Campo Miranda. El arreglista venezolano Chucho Sanoja agarró entonces “Recuerdos náufragos” y le puso el título “Lamento náufrago”, y la hizo famosa. La grabaron la Sonora Matancera, la Billos Caracas Boys, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, y más tarde Juan Carlos Coronel, entre otros.
Años más tarde, las autoridades de Puerto Colombia no dudaron en escoger a “Lamento náufrago”, una historia de amor en porro, como su himno oficial, ya que fue en su viejo muelle donde Rafael Campos Miranda se inspiró para componerla y hacerla viajar por todo el Caribe, Latinoamérica y el mundo.
De esa aventura amorosa y musical saltó a los llanos para el Festival de la Canción, en Villavicencio, y presentó su merengue “Pájaro amarillo”, una mezcla con joropo inspirada en un viaje al llano. Solo fue ver a una pareja de enamorados bajo el morichal, con el canto de un toche adornándolos. Esta canción hizo parte de la banda sonora de la película “El mundo de los aventureros”, de 1970. Y fue Bovea y sus vallenatos, que casi no podían grabar los coros, quienes la hicieron célebre en sus inicios.
Rafael Campo Miranda nació en Soledad, Atlántico, el 7 de agosto de 1918, y como todo el que nace con la espinita de la música, vio muy temprano que por ahí estaba su vocación en la vida. Estudió música en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla, y aprendió de varios maestros. A los 18 años compuso su primera canción, “Pasión tropical”. Y desde entonces no paró de componer más de un centenar de canciones, que hoy constituyen una de las obras más ricas y emblemáticas de la música colombiana.
Entre los muchos éxitos inolvidables del patrimonio musical del maestro Rafael Campo Miranda, están: “Nube viajera”, “Entre palmeras”, “Viento verde”, “Unos para todos”, “La cometa”, “El embrujao”, “Hembra”, “Brisas del Valle”, Llano verde”, “Gitana”, Mi delirio”, y una decena más que aún son inéditas.
Rafael Campo Miranda vio nacer la música colombiana, y hace parte de ella en uno de los renglones más sobresalientes de su gran libro. Vio nacer a la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, SAYCO, en 1946, y fue uno de sus miembros fundadores. Sayco le confiere en 1983 la orden al mérito folclórico y lo designa “Compositor Antológico de Colombia”, y en 2018 le entrega, además, el máximo reconocimiento “Lira de Oro”.
“Me complace mucho que los homenajes no sean póstumos, para poder disfrutarlos, porque esto me alienta y me conmueve. Mi motor no quiere apagarse aún”, dijo Campo Miranda al cumplir sus 100 años. “En mis canciones no he hecho otra cosa que enaltecer el folclor del Caribe”.
Rafael Campo Miranda tiene en su haber toda clase de distinciones y homenajes como uno de los compositores que más han engrandecido la fabulosa música folclórica colombiana en el mundo.
“El tiempo es como un huracán”, dijo Rafael Campo Miranda, ya centenario y recordando sus cantos. Pocos compositores pueden resistir a ese huracán, pero a sus 104 años, él parece tener su secreto como una moraleja: “Mientras mi corazón siga palpitando, seguiré cantándole a la vida”.