sábado, abril 20, 2024
Opinión

Crónica de un abrazo viroso

Por: Augusto Aponte Sierra.

«Y… llegó Macta. Era sábado, el calendario lo dijo cuando se presentó. Ella llegó, entró y sin pedir permiso, me abrazó».

Así dije hace 8 días cuando fui víctima de una fuerte infección respiratoria.

Hoy escribo la crónica de su visita.

En tiempos del COVID, en la costa Caribe, las pestes nacen con nombre e historia metidos en el genoma de sus síntomas y en la irónica picardía del humor costeño. Entonces, los que padecemos estas infecciones, y podemos escribir desde cualquier orilla, ya sea científica o parroquial, tenemos la obligación de buscar la forma de entender y divulgar la causalidad de los síntomas, la evolución y el desenlace de estas patologías. Yo afortunadamente estoy en las tres orillas: la del paciente, la del médico y la del ciudadano que habita en el mundo de la chercha vallenata, la bacanidad currambera y el humor cultural de la vieja Cartagena, la tierra en donde nació el famoso reggaetón de nombre «Macta llega».

Desde la orilla médica, la primera apreciación que hice fue aclarar que la prueba PCR me dijo que era negativo para una infección por SARS 2. Los síntomas simulaban a los de su nueva variante Ómicron, pero su evolución clínica me llevó a aceptar que era el abrazo de la famosa «Macta», una virosis que afecta a muchos habitantes en la región del Caribe colombiano.
Desde mi orilla parroquial, era mandatorio ilustrar el origen antropológico del porqué a esta nueva gripe le dicen «el abrazo de Macta».

Iniciemos por documentar su bautizo.

«Macta» nació con el nombre de una canción del género reggaetón, inspirada en una infidelidad en el escenario de un ritmo Cartagenero, por eso «Macta» no es «Marrrta», por el típico «goccpe» en la pronunciación del castellano.

Desde la orilla de un vallenato parroquial, tengo mi versión y es la que inició hace una semana cuando «Macta» llegó.

Esta es la bitácora de un abrazo endémico en la que pude escribir a los 7 días… su total remisión.

Día 1 con «Macta».

Las primeras 24 horas las pasé llorando en su presencia, sufriendo con su abrazo.

Es un catarro con todas las letras, tiene un «déjame está» en donde duelen los dientes, el pelo, y hasta la cédula moquea.

En todas mis carnes se escuchaba un lamento y un madrazo por la presencia de «Macta». En este primer día de aislamiento epidemiológico, visité al incomodo e inquietante mundo de Unamuno. Un viejo escritor español al que admiro y leo con frecuencia. Lo elegí como paño analgésico por ser una pluma llena de fe y que escribió con mucha ficción dentro de su posible realidad.

Dia 2-3 con «Macta».

Estos son los días de más sintomatología, en donde la nariz es un manantial, y cada milímetro de la piel duele con un escalofrío que se acurruca en la médula del alma.
En las primeras 48 horas Unamuno me acompaño, en la primera fase más dolorosa por el abrazo de «Macta», hoy creo que el célebre escritor español también se contagió porque no quiso abrir su obra.

Ella, «Macta,» en su reinado le pide a mi cuerpo sensaciones y manjares de toda índole. Primero muy sofisticada y cerebral pidió hablar con Unamuno, el fino y espiritual escritor español, quizás buscando espacio en sus Nieblas.

Hoy su antojo cambió de estrato.

Hoy pidió música. Ahí torció la puerca el rabo, porque conocí por qué «Macta» es como es. Ella solicitó reggaeton, uno de esos que hablan locuras y vulgaridades. Le dije: «mandas cáscara, ¿con semejante dolor de cabeza y se te antoja escuchar música con bulla y perreo? Claro, me dije entre dientes muy acoquinado,»esa es tu malpechosa esencia».
El tropel de mi tos terminó convenciéndola y aceptando un bolero de Chabuco.

Le ofrecí «Bolero azul» y «Te busco».

Por aquello de la «visión y misión», ella eligió «Te busco», y enseguida me dije:

-«Esta maldita peste es insaciable; anda buscando más pendejos pa’ puyarlos».

Los días pasaban como le gusta a ella: lentos y dolorosos.

La mañana bañada en moco, y la tarde, pintada con madrazos y tos. La fiebre peleando con el acetaminofén, y yo solo rezaba y miraba como Chabuco iba perdiendo la pelea. Sus boleros no sirvieron, y la bendita «Macta» seguía enchufada y dándome su amargo y doloroso abrazo.

Pedí refuerzos a Jesús de Nazareno y al Eccehomo, porque el dolor no cedía.

Entre sueños, intentaba conciliar con «Macta» y mis ángeles, buscando un pacto cañahuatero. Esos que se logran con ron y sancocho. Esa madrugada del día 3 en medio de una confusión febril, soñé que «Macta» se enamoró del pollo del sancocho que era mono y de ojos azules, y ella me decía al despedirse:

«viste que el cacho enferma, mejor me voy y te dejo tranquilo…mi querido gallo viejo».

Dia 4-5 con «Macta».

Pasaron los días más críticos y como no hay quinto malo, me aferré a ese refrán originado en las fiestas taurinas españolas, cuando se decide el orden de los toros en la jornada. Así en el quinto día de una jornada repleta de cachos sin toros, bailando al ritmo reggaetonero de los cuernos de «Macta» sentí que le había ganado la batalla al virus. Luego más aliviado sin el estupor de la niebla infecciosa, comencé a develar las realidades académicas y culturales de esta endémica aventura con los síntomas de una peste y el nombre de un reggaetón. Concluí que sus dolores son más parecidos a una cornada, que a un simple abrazo.

Reconozco que ella sabe apretar. Pero no es una caricia, es una tormenta y como decimos en el Caribe colombiano: es una verdadera muñequera, como la que en sus mejores tiempos nos daba «el abrazo de Pambele», el de «Osama» y la más antigua, la famosa «Machaca».

La ciencia médica de la que soy un confeso practicante me ayudó, pero Dios fue determinante con fe milagrosa.

Hoy, despidiendo sin abrazos a «Macta», me siento envalentonado para escribir el final de su dolorosa historia.

Dia 5 -7 con «Macta».

Reflexionar sobre «Macta y su abrazo», me dejó más dudas que respuestas. Porque en la bitácora de una aventura infecciosa y reggaetonera, por el doloroso mundo de un abrazo con sabor a cacho, no es nada fácil cuando somos paciente, médico y cronista al mismo tiempo. Creo que es una aventura que debería ser escrita por el espíritu Santo. Pero indudablemente, el folclor del Caribe tiene sabor y creatividad.

Desde ya, toda mi insolidaria opinión para los que en este momento están en los brazos del jolgorio sin tapabocas, desafiando a la suerte. Entonces prepárense porque «Macta» de que llega llega, te abraza y te desmigaja, sin un milímetro de compasión.

Valledupar enero 24 de 2022.

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