domingo, mayo 19, 2024
Historias

“Para mi compadre Claudio Mendoza, allá en La Peña…”: Diomedes Díaz

 

 

Fabio Fernando Mendoza, autor de esta crónica

“Mamá, dígale a Don Claudio que me haga el favor de prestarme esa plata que yo algún día se la pago y hace mercado y lleva pa’ la casa”. Era el muchacho Diomedes Díaz diciéndole a la señora Elvira, su madre, que hiciera esa diligencia porque estaba preocupado por la situación económica tan precaria de su casa , aunque él estaba en Valledupar tratando de abrirse caminos.

Ese favor, como tantos otros, antes y después, se los hacía el venerable Claudio Mendoza, que en esos tiempos difíciles de Diomedes, vivía en La Peña, Guajira. Y lo más admirable de su benevolencia era que ayudaba al futuro cantante sin siquiera saber si sería famoso, sin siquiera pensar que si algún día tendría cómo pagarle.

Fueron tantos, pero tantos los favores que don Claudio Mendoza le hizo a Diomedes, que él nunca tuvo cómo pagarlos y aquél nunca los cobró. Además, se negaba a recibir el pago.

Quizás por eso Diomedes Díaz siempre lo saludaba en sus grabaciones, porque era –para Diomedes- la única manera de pagarle de alguna forma todo lo que hacía don Claudio por él y su familia. Fue quizás la persona más importante en la vida de Diomedes Díaz porque hasta el final de sus días, don Claudio jamás miro a Diomedes como el ídolo del vallenato, como el famoso de multitudes. Para don Claudio, Diomedes era un muchacho como cualquier otro que a pesar del peso de su fama seguía llegando como llegaban muchos a la casa de don Claudio primero en la Peña y después en San Juan del Cesar: llegaba calladito y se sentaba a ver televisión sólo porque la familia se la pasaba en el inmenso patio cogiendo el fresco de la tarde y cuando alguno venía  a la sala, veían a Diomedes ahí sentado como cualquier otro y se reía cuando la sorpresa lo dejaba con la boca abierta. Sólo don Claudio se daba el lujo de tener en la sala al cantante famoso del vallenato como cualquier cristiano.

Diomedes y su buen amigo don Claudio Mendoza, quien ayudó en sus s inicios y le brindó todo su apoyo

 

En la primera canción donde don Claudio permitió que Diomedes lo saludara fue en “Lo que quiera” del álbum “Tu Serenata” de 1980. De ahí fue todo un rito en todas las siguientes grabaciones.

En 1987 cuando Diomedes volvía para San Juan, por los lados del aserradero donde trabajaba el compositor Máximo Movil, con una canción que  el cante fue a buscar, la canción no tenía nombre. Diomedes entró a la casa de don Claudio y la puso a sonar. Don Claudio le dijo: “póngala Ni Lo Intentes, compadre”. Y así se bautizó para el álbum “Incontenibles”

Era la única persona de la que Diomedes se dejaba regañar y a la que le atendía sus consejos. Muchos dicen que si don Claudio hubiera estado vivo cuando todo el problema que tuvo el cantante, todo hubiera sido más fácil para él. Fue quien lo reprendió fuertemente cuando a sus oídos llegó el rumor que el cantante estaba consumiendo droga.

Era tanta la fama que había adquirido este ganadero y comerciante que en la región la gente compraba los discos sólo para ver si Diomedes lo saludaba y en cuál canción. Por eso la vez que debido al trajín de la grabación y al olvido involuntario del cantante éste no lo saludó, la gente se agolpó en la puerta de la casa de don Claudio para preguntarle por qué no venía su acostumbrado saludo.

Rosa Elvira, la hija mayor de Diomedes, en la casa donde este nació y se crió en Carrizal, casa hasta donde llega don Claudio a socorrer a la familia Díaz Maestre

 

Semanas después, la gente de San Juan manifestó su resentimiento con Diomedes porque no había saludado al patriarca bondadoso, y ahí fue donde Diomedes se dio cuenta de su injusticia y más por pena que por otra cosa no se dejó ver de Don Claudio porque decía que no tenía cara para presentarse en su casa. Don Claudio, que no le paraba bolas a esas vainas, tuvo que llamarlo y decirle que  no se preocupara, que se acordara que él le había pedido muchas veces que no lo saludara, cosa a la que Diomedes se negaba. Por eso en la grabación del disco siguiente, lo primero que hizo el cacique fue saludar a su venerable protector de aquellos tiempos difíciles y la gente de San Juan quedó contenta.

-Que aquí le mandan de Valledupar, Don Claudio- dijo alguien en la puerta de su casa que llevaba  ocho llantas de repuesto para catapilas y un Toyota nuevo.

-¿Y quién manda eso, muchacho?-Preguntó don Claudio

-Un amigo suyo- dijo el emisario

Don Claudio, alma noble y desinteresada, se negaba a recibir semejante regalo y pensaba en devolverlo hasta que sus hijos y sus dos esposas lo convencieron al menos de que se quedara con las llantas de repuesto. Devolvió la camioneta.

Desde esta época, cuando Diomedes intentaba ganarse la vida cantando parranditas, don Claudia le tendió su mano

 

Al rato lo llamó Diomedes y le preguntó si había recibido el regalito. A lo que don Claudio Mendoza le preguntó a qué se debía tanto regalo junto y el cantante le respondió que a él no se le había olvidado que había transformado su finca en Carrizal que antes era un peladero y se la había puesto a producir. Que la última vez que había ido se había demorado 2 horas buscándola y la tenía en sus narices pero como estaba tan cambiada y bonita ni el mismo cantante  que era el dueño la reconoció. Cuando preguntó quien la había trasformado le dijeron que don Claudio Mendoza, el de la Peña.

Diomedes se sentía más humano cuando estaba en la casa de don Claudio en  San Juan. Por lo general sus visitas terminaban en parrandas, donde todos tomaban whisky pero don Claudio sabía que a Diomedes no le gustaba en esa época y le compraba ron Tres Esquinas, su preferido, al que despachaba en dos tragos a pico de botella y pedía la otra.

Y cuando el cacique comenzó a triunfar, le demostró toda su gratitud a don Claudio, hasta el de la muerte de su amigo

Fue don Claudio que al verlo tan desordenado le sugirió que se volviera a unir con Juancho Rois y tanto jodió con esto hasta que ambos cedieron y se hizo la unión.

Por eso el día que la guerrilla mató en un retén al venerable benefactor de Diomedes, éste sintió que también le habían matado una parte de su alma y no volvió a La Peña y mucho menos a San Juan, porque ya no tenía amigos a quien visitar.

Y hasta el día de su muerte  Diomedes no soportaba que le hablaran de su amigo entrañable porque una lágrima recorría su mejilla. Nunca pudo superar su muerte.

Diomedes jamás  olvidó a aquella persona que jamás quiso que le devolviera todo lo que le había prestado cuando él no era nadie, cuando Diomedes no valía un carajo. Era a la única persona que cuando llegaba a visitarlo a su casa de Valledupar Diomedes le cocinaba personalmente, porque era don Claudio quien estaba allí; además le decía que escogiera cualquiera de los carros que había en el garaje y se los llevara. Don Claudio nunca quiso.

Poco antes del asesinato de don Claudio Mendoza, Diomedes fue a visitarlo a San Juan y en plena parranda le dijo a la esposa del patriarca sin saber que sería la última vez que se veían: “Comadre, a mi compadre Claudio hay que cogerle buena cría, porque hombres como este guayacán ya no vienen…”

Por: Fabio Fernando Meza

fafermezdel@gmail.com

(*) Gracias muy especiales al otorrinolaringólogo Dandis Mendoza, ahijado de Diomedes Díaz e hijo de Claudio Mendoza, por compartir estas anécdotas conmigo al momento que estamos escuchando “Mi Compadre Se Cayó”, del álbum “Título de Amor”, una de las tantas canciones donde su padrino saluda a su padre.

 

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