miércoles, abril 24, 2024
Historias

La historia de Ana María Lozada, con 100 años de vida celebra el Día de las Madres entre abrazos a la distancia

Hoy es un día especial. La honra y el amor son los ingredientes principales para enaltecer a las madres en su día; es el segundo domingo de mayo más esperado por todos, para convertirlo en el mejor espacio, en el escenario ideal donde se exponen desde una rosa, un beso, un abrazo, hasta los mejores regalos como símbolos de amor y gratitud.

Pero este año la celebración será atípica y aún más especial. Esta vez las grandes celebraciones familiares quedaron atrás, las redes sociales y los teléfonos serán los aliados en este día, pues un inesperado visitante, el Covid-19, impuso el aislamiento social, pero jamás barreras entre madre e hijos; y así se demostrará el día de hoy.

Es así como Ana María Lozada Granados, una ejemplar mujer que recientemente cumplió 100 años de vida, oriunda de Remolino, Magdalena, pero adoptada por el Cesar desde hace 60 años, vivirá hoy su día.

Con su clara voz y sonriéndole a la vida como para demostrarle que si la ha sabido disfrutar, manifestó que solo pone su corazón a Dios, y si hoy “nos permite celebrar el Día de las Madres a la distancia, debemos aprovecharlo, porque el amor de madre e hijos no se mide por las separaciones, es un sentimiento que siempre está allí”, dijo.

Con una receptividad inigualable, accedió a narrar su vida como hija, madre, abuela, bisabuela y habitante de esta tierra, donde además de conocer las notas del acordeón y los cantos vallenatos, levantó a sus siete hijos y vive sus ilusiones con 12 nietos y siete bisnietos.

Su residencia, establecida en el barrio Los Fundadores de Valledupar, es su mejor herencia, espacio en el que con una sonrisa en su rostro aprovecha para demostrar sus dotes de modista, oficio que aún mantiene y cuyo testigo es un frondoso palo de mango, donde en compañía de dos de sus hijas, va entrelazando amor y dedicación en cada colcha que diseña.

Si, con 100 años de vida aún se sienta todas las mañanas frente a su máquina de coser, la que por años también ha sido testigo de las grandes celebraciones del Día de la Madres, épocas donde los abrazos eran los protagonistas y que hoy desaparecen, pero con la esperanza que todo pasará. “Si Dios dispuso celebrar en aislamiento, hay que aceptarlo y convertir lo malo en cosas buenas”, afirmó Doña Ana, no sin antes soltar una carcajada como señal de la felicidad que aún rodea su alma.

“FULL DE TELÉFONOS”

Ana María Lozada, aunque con su piel marcada por los años y su frágil cuerpo que da muestra de su siglo de vida, dijo sentirse feliz por volver a ver un Día de las Madres.

“La distancia no me afectará tanto, igual seré feliz. Mis hijos me tiene full de teléfonos en la casa, tres de ellos viven en Bogotá, dos en Venezuela y dos cuidan de mí. Desde las 5:00 de la mañana me timbran y hasta debajo de las almohadas los mantengo, con ellos celebro todos los días”, afirmó.

Ana María aún conserva su mente lúcida, muy pocas cosas se le olvidan y afirma que a su historia de vida le agregará el capítulo del Covid-19, una pandemia de la que asegura habrá enseñanzas, tal y como sucedió en su época con el conflicto armado y la violencia en Colombia.

Durante el diálogo, Doña Ana vuelve a sonreír y de manera elocuente asegura que todos los días se pregunta por qué Dios le ha dado tanta vida, cuando el resto de sus cuatro hermanos y su madre, murieron entre los 18 y 46 años de edad. “El Señor tendrá un propósito en mí, solo espero por su bendición, mientras, sigo disfrutando de mis hijos y mis nietos, que son mis grandes tesoros”.

Asegura que su longevidad es el resultado de una alimentación natural, con productos del campo. Ese es el secreto que ahora no existe, el que se acabó por la forma de vida de los seres humanos en la actualidad; pero también hay otro ingrediente, sonreírle a la vida, la misma que le ha permitido ser tan feliz.

“Yo vivía con mis padres en una parcela, allí sembraban yuca, plátano, guineo y otros alimentos para la familia. Uno los cogía de las matas y los cocinaba, ahora todo es distinto, mientras más procesado sea, más sabroso lo consiguen, por eso antes se vivía más que ahora”, resaltó.

TOCÓ CON LA PANDEMIA

Con firmeza aseguró que ahora afronta el coronavirus con la particular tranquilidad que los años le regalan; hoy vela por cumplir al pie de la letra las indicaciones de los médicos, mientras pasa la pandemia. “La orden es no salir de casa, así lo dicen en los noticieros las autoridades, así lo cumplo y pronto volverá la calma, nada es eterno”.

Dijo que ya vendrá mejores días de las madres, los abrazos volverán, los besos y los regalos sorpresas; pero algo si hay que tener presente, el amor de madre no necesita fecha en el calendario, “por los hijos vivimos y morimos, el Covid-19 no podrá con ese sentimiento y las llamadas serán las protagonistas del día de hoy”.

Una de sus hijas, Mercedes Peralta, de 66 años, no dudó en destacar las cualidades de su madre. Ella ha sido una mujer feliz con sus hijos, dedicada y aunque 5 de los siete hijos están lejos, ellas los cuida a la distancia y pide mucho a Dios por todos.

Dijo que su madre solo sufre de hipertensión y de la vista, aún tiene habilidad para la cocina, pero por razones obvias no se le permite. Su ropa la lava todos días a mano, es tempranera para levantarse y supervisa el orden mientras se dispone a tomar la máquina de coser para entretenerse haciendo colchas, por las cuales se siente productiva.

Mientras tanto, sus otros hijos: Candelaria, Hilda, María Antonia, Nancy, Néstor y Pedro Juan, se encargarán de regalarle hoy el mejor de los días, a la distancia, en confinamiento, pero con el amor que Doña Ana necesita para sonreír y decirle a la vida, todo se puede.

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