jueves, marzo 28, 2024
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El joven Jorman cumplió su sueño

Era el 28 de diciembre del año pasado y Jorman Campuzano (30 de abril de 1996) pensó que se trataba de una inocentada. Levantó el teléfono y al otro lado de la línea se presentaron como miembros de la familia Ardila Lule que querían llevarlo al Atlético Nacional. Con incredulidad escuchó algunos apartes de la conversación, hasta que no pudo más y colgó.

Pasados los días, volvió al Deportivo Pereira, club en el que se destacaba en medio del vaivén que significa jugar en la segunda división del fútbol colombiano. Allí el futbolista nacido en el corregimiento de Palestina, en Tamalameque, de los sectores más deprimidos del Cesar, se enteró que era cierto el interés de Nacional y que el objetivo de la llamada no era otro distinto a darle el salto más importante en su carrera deportiva.

Campuzano se llevó las manos a la cabeza y no creyó en su mala suerte. Lamentó la situación pero rápidamente se repuso. Acostumbrado a las adversidades, como soportar la presencia de los paramilitares en su tierra natal o vivir lejos de sus padres por cumplir el sueño de jugar fútbol, se repuso de la amargura y esperó su oportunidad.

Siguió entrenándose al máximo y apenas días más tarde volvió a sonar el teléfono. Nacional no pudo concretar al volante Iván Marcone proveniente de Lanús de Argentina y los reflectores apuntaron nuevamente al cesarense.

Jorman desembarcó en Nacional el 22 de enero de este año. Su nombre fue el de menos brillo. El arquero argentino Fernando Monetti y el volante ofensivo Vladimir Hernández, eclipsaron al cesarense.
Pero en el fútbol, como en la vida, muchas veces dos más dos no son cuatro y Jorman, llevaba años esperando la oportunidad. Se presentó y empezó a entrenar. No obstante, su extrema delgadez no convencía al cuerpo técnico.

Entonces, en los pasillos del Ataniso Girardot empezaron a sobrevolar interrogantes sobre la importancia de este fichaje. Jorman, corría y corría alrededor de la cancha, pero ni siquiera hacía fútbol con el equipo profesional.

Hasta que llegó su oportunidad y ahí dejó la vida. En su primer entrenamiento convenció al entrenador Jorge Almirón, con cuatro sesiones, lo hizo debutar con Nacional nada más y nada menos que en la final de ida de la Supercopa frente a Millonarios.

En Palestina, el singular corregimiento que se pelean los municipios de Tamalameque y Pailitas, dado que solo los divide la línea férrea, nada fue igual desde que Jorman se enfundó la elástica de Nacional.

De hecho, desde que estaba en Pereira todo era fiesta. Allí, en una de las casas de Tamalameque se puede leer un mural que reza: “Gracias profesor Pocho Campuzano, por tener en alto nuestro municipio en el fútbol colombiano con su hijo Jorman David Campuzano”.

Pocho, es el padre de Jorman. Él hoy mira con sentimientos encontrados todo lo que ha vivido su hijo. Niega que el futbolista haya deambulado entre el hambre y la miseria, como creen muchos, aunque sí reconoce que pasó necesidades. Recuerda que cada mes salía a la vía de El Burro, en Tamaleque, a esperar al tío de Jorman que viajaba de Cartagena a Bogotá y le entregaba $200 mil, carne y pescado, para que el joven Jorman se defendiera en la capital del país.

De igual manera rememora, que su sueldo de profesor le fue embargado cuando solicitó un préstamo para darle dinero a Jorman y pudiera viajar a Argentina a entrenarse con el club Banfield.
Pero su destino ya estaba escrito. Jorman buscó cupo en los clubes de Bogotá y lo encontró en Pereira. Ahí lo vio Nacional y se lo llevó. Es titular indiscutido y líder. Hoy el joven Jorman recibió otra llamada anunciándole su convocatoria a la Selección Colombia. Cumplió su sueño. No es ninguna inocentada…

Por Arnol Murillo

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