Fátima: Cien años
Por: Clemente Escalona Cuello
clementeescalona@yahoo.es
Mayo en Portugal no es más que un suave clima primaveral, que absorbe el ambiente propicio del acontecimiento que se presentó el 13 de mayo de 1917. De esa misma forma en otrora, rodeada de pinos y olivares, la parroquia de Fátima era tranquila aún a pesar que transcurría la primera guerra mundial. Eran mañanas de sol reluciente de domingo, y así lo cuenta la historia que después de asistir a misa, Lucía Dos santos, Francisco y Jacinta Marto, salieron hacia la sierra con sus ovejas pastoreando en la tranquilidad del campo, solo escuchaban los cencerros de las blancas y castañas ovejas cuando vieron una luz relámpago y corrieron.
El escenario era la llanura de Cova de Iría donde observaron sobre un pequeño árbol “que una señora vestida de blanco más brillante que el sol, irradiaba luz como del sol más ardiente. Así la describe la mayor, Lucia. En su relato cuenta que tenía un rosario en las manos, juntas, en acto de oración y un collar del que colgaba una esfera dorada”. Según el relato de Lucía ella les dijo: “no teman, quiero que vengan los 13 de cada mes siguientes, recen el rosario por la conversión y la paz”.
Fue un momento que se oscureció el firmamento y desde ahí, los niños cambiaron de ser campesinos a tener una mayor comprensión. Los pastorcitos tuvieron fe en la virgen porque su virtud era la fidelidad. No se puede practicar ninguna virtud sobrenatural sin el don de la gracia que actúa con el sacramento del bautismo en cuya celebración en sus aguas es sumergido un ser humano y de ellas emerge un hijo de Dios.
Vino la segunda y tercera visión en los que la Santísima madre de Dios les dijo que a Francisco y Jacinta se los llevaría primero al cielo, y que Lucía se quedaría más tiempo. Les hablo de las ofensas de la humanidad contra el señor, les mostro el infierno donde van los condenados, les mostro el corazón con espinas por su sufrimiento, les dijo que en octubre haría un milagro que lo verían todos para que creyeran. De igual afirmó que los ultrajes a Dios debían ser reparados, vaticinó la Revolución Bolchevique y el terror que Rusia esparciría por el mundo con el comunismo perseguidor y ateo.
Sin embargo esas predicciones causaron pánico en algunos pobladores, y cuando mencionaron la cuarta aparición, fueron retenidos por el administrador civil durante tres días; justificando que estaban causando alteración en la comunidad, y por esa misma causa les fue imposible cumplir la cita del 13 de agosto. No obstante, si llegaron el 15 de agosto a Cova de Iría, entonces según su relato, la virgen pidió que con el dinero dejado por la gente -que ya era gran cantidad- le construyeran una capilla en ese mismo lugar de peregrinación. La multitud crecía cada día más y para el 13 de septiembre, las visitas sobrepasaban las 20.000 personas, entonces la atmosfera se tornó amarilla.
Finalmente llego la última aparición de la virgen el 13 de octubre. Era otoño, había llovido, el suelo era puro lodo y las personas que allí estaban superaban las 100.000. Era medía día cuando rezaban el Santo Rosario y se presentó la gran aparición. Reflejada en el sol se elevó, pidiendo la conversión. Lucia dijo: miren el sol. Era como un disco de plata que podía ser visto por la multitud. Se puso a danzar en zig zag con sus colores y se precipito a la multitud que llena de pánico cayó de rodillas en oración. Todos pensaron que era el fin del mundo.
Después de unos 10 minutos el sol retornó a su lugar, mientras el fenómeno se observó en un área de 40 kilómetros. Del pánico se pasó a la confirmación de lo dicho por los niños y fue cuando le dieron total credibilidad a las profecías de los tres pastorcitos. Fue el momento en que la incredulidad de las autoridades eclesiásticas y civiles, y la duda que en su momento tuvieron, quedaron a un lado. Todo eso dio pie a un mensaje de advertencia y esperanza, que es lo que hoy vivimos en el mundo actual de crisis y conflictos, incertidumbre, violencia y muerte. Pero hoy tenemos la certeza que Dios no nos abandona y contamos con la esperanza de su reino y el de María.