3 de octubre , 2024
Opinión

La otra orilla de Villazón

Cuando iniciamos la semblanza de una persona admirada por su valores humanos, intelectuales y artísticos, la lógica natural nos indica que hay que comenzar identificando su linaje.

Esto es posible a través de sus nombres o apellidos, luego seguir con su obra como ser humano y, al final, por sus logros profesionales que caen en sus respectivos éxitos.

Hoy no podía ser la excepción, pero, al hablar de Iván Villazón cuesta mucho no iniciar por su gran talento para interpretar con su voz a la poesía musical que se escucha en todos los recovecos del vallenato tradicional, y con algunos artificios del canto de la ‘nueva ola’ vallenata. Creo que ahí está el éxito para mantener su vigencia. Su rica y exitosa actualidad se apoya en su gran músculo fonético y en su armónica melodía, llena de matices, en donde se escuchan tonalidades de Oñate, Zuleta y Diomedes.

Iván es hijo de uno de los políticos de la ‘vieja guardia’, que más orgullo le dio al Departamento del Cesar, por sus logros en las lides políticas, como fue Crispín Villazón de Armas.
Ya mucho se habló de su papá y de su origen vallenato. Eso nos convierte en paisanos de comarca y de linaje.

Sin dudas ni escondrijos, Iván es una de las voces que más alegrías aportó a mis cortos años de bohemia parrandera.

Pero casi nadie habla de la otra orilla de Villazón, la de su otra dinastía: la «dinastía» Aponte.

Hasta ahí me voy ubicando en la genética y linaje con Ivan: porque somos primos, en segunda línea de consanguinidad; y ahí comienza la semblanza de la ‘joven voz tenor del vallenato’, en su otra orilla, esa, la de su mamá, Clara Elisa Aponte López.

El papá de Clara, Pedro Nel Aponte, la hizo hermana de muchos Urumiteros y Sandiegos al mismo tiempo. En San Diego de las Flores, el tío Pedro Nel tuvo dos hijos: José Antonio Murgas Aponte, quién optó por su apellido Materno y Melva Aponte Murgas, quien si firmó su estirpe con el apellido de su papá.

Pedro Nel Aponte Marshal, era hermano de mi papá Emilio Aponte Martínez y de sus 40 y tantos hermanos más; todos ellos paridos en la extensa olla del río cesar, con todos sus afluentes y pueblos circunvecinos.

La otra orilla musical de Iván, la de su mamá, puede tener muchos habitantes que aportaron con su herencia literaria, académica y política. Los Baquero —primos de su madre Clara Elisa— tienen sobradas pruebas de sus grandes dotes y talento para ejecutar el arte en los cuatro aires más autóctonos de nuestro folclore. Ellos en su parentesco provienen nada más y nada menos, que del fértil tronco musical de los Zuleta y los Salas: la vieja Sara.

¿Pero, y de los Aponte qué?

Bueno, musicalmente hablando, muy pocos han brillado en el escenario del canto vallenato u otro similar. Solamente Jorgito Celedón, por su abuela materna comparte el apellido Aponte con Iván.
Para buscar más pobladores destacados en las áreas sociales y culturales, en su herencia materna, es importante recordar que en todas las diferentes áreas del arte se requiere talento. Es así como en esta orilla Aponte, hay poetas, escritores, escultores, pintores y hasta cineastas.

Bueno, la intención era hacer un homenaje al aporte que en el pedigrí musical, la familia Aponte, le aportó a Iván Francisco. Este apellido también es dueño de una Dinastía, llena de grandes hombres y mujeres, intelectuales muchos, cuyo talento más conocido es la de exponer sin cantar, la integridad de un alma limpia, nobles, pero eso si jodida y altiva, como las que habitan en los Efraín, los Toño Murgas y Aponte, Los Luciano, y los José Manuel, de los cuales hay una colección, como si fuesen «caramelo repetido».

Esta particular manada, que mal contados son más de 40 hijos y sus respectivas descendencias; son de la misma Raíz genealógica: la de Antonio Aponte Jiménez. Un Molinero y godo hasta la cacha.

Mi admiración por Iván, fue creciendo de la mano con sus triunfos, porque en años de nacidos, somos contemporáneos, y crecimos admirando a los mismos cantantes vallenatos. De ahí mi profunda admiración por su extenso progreso personal y profesional.

Para finalizar mi humilde semblanza, una flor y un aplauso para su canto, porque sabe a malangada con café de jengibre, saboreados debajo de un árbol de níspero adornado con calagualas, allá en las orillas de la vela de Marquesote.

Cuando escucho su canto en el «arco iris», vuelan golondrinas en mi nostalgia y es imposible evitar sentir el aroma de los patios sembrados de toronjil y yerbabuena, recostado en una hamaca llorando a esos amores que nos dieron por la cabeza, y nos estrujaron el alma.

Sí, porque cuando escucho el timbre de su voz, mi corazón familiar se emociona y también canta, porque en su color y entonación están los Beto Aponte, los Antonios y los José Fernando.
Cuando veo sus gestos y su alocución veo la voz y la sensatez de su tío Toño Murgas.

Gracias Iván. Gracias primo, por tantas alegrías a mis años juveniles, y en los de ahora también; porque cuando te escucho cantar y decir:

» Deja que la luna tome vino y que brinde con las estrellas»

Ahí no sé más de pesares ni de amargas tragedias, porque el alma en su canto, me trae buenas ‘Noticias’, de que todavía existe una voz tenor que canta ese vallenato, con el aroma y color de aquellos amaneceres repletos con versos y guitarras, en los pretiles y callejones de mi vida vallenata.

Un abrazo, Iván Villazón Aponte, De Armas, y López también.

Éxitos y larga vida al cantor de mis nostalgias.

Por: Augusto Aponte Sierra

PD: Fracción extraída del libro de mi autoría «Las rutas de mis nostalgias».

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