Opinión

Elogio al vallenato

No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché un vallenato, pero sí recuerdo mi primer recuerdo vallenatero. Fue con la canción «La creciente» del Binomio de Oro, compuesta por Hernando Marín. Era la primera canción del primer CD de una trilogía pirata que había comprado mi papá. Como cualquier tarde de sábado, en el viejo minicomponente LG, en el apto 202 del bloque 12 de Los Mangos, escuché «un grande nubarrón se alza en el cielo, ya se avecina una fuerte tormenta», mientras paradójicamente en la calle se sentían los 30 grados del sol de abril.

Desde allí no pude parar. Colocaba el CD cada vez que tenía oportunidad, y rebuscaba en el porta CD de mi papá, más de esa música que para muchos viejos era la excusa perfecta para tomar, pero que para mí, con apenas 12 años, era tan emocionante como jugar al escondido o al fusilado en la 19a.

No sé cuándo se metió la musica de acordeón en mi alma, ni siquiera sé si la luna y el sol salieron al mismo tiempo ese día, como dice Leonardi Vega. Solo sé que desde entonces me volví un monotemático y no puedo pasar un día sin escuchar un acordeón sonar, o sin leer alguna historia picaresca, o sin investigar de quién es tal o cual canción.

No han faltado las veces en las que algún erudito-intelectual me ha tildado de corroncho. Me pasó mucho en la universidad, cuando en un esfuerzo por mostrar la calidad del folclor, intentaba hacer análisis filosóficos de algunos vallenatos con cantos profundos. A ellos nunca les presté atención, los dejé morir en su academia, mientras yo me divertía en mi parranda eterna, esa que no acaba cuando la fiesta se acaba, y que tampoco depende del ron, sino que se vive aquí y ahora, mientras se piensa, se habla o se escucha un vallenato.

Yo soy feliz pensando en las almas felices que cantan historias, en las que el viento no se puede llevar, porque apenas se las lleva, las regresa. Soy feliz pensando en que es posible hacer vallenato mientras haya un alma dispuesta a cantarle a la vida, que no es complicada, que es simple -no simplona-. Soy feliz de mostrar lo que soy sin miedo, y de llevar conmigo el vallenato colgado en el alma. Soy feliz, como dice el Curry, de hacer que toa’ esa gente -la que no tiene mínima idea del vallenato y con la que normalmente me encuentro- sepa cómo se canta en mi región.

Y ojalá jamás deje de pensar que la felicidad y el cielo se parecen a una parranda debajo de un palito de mango, con amigos, y una botellita de ron. Salud

Brandon Barceló
@brandondejesusb

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