miércoles, abril 24, 2024
Opinión

Cantante vs acordeonista, ¿evolución o involución en la música vallenata?

Por Ramón Elías Duartes Quintero

El cantante es un modelo que viene evolucionando desde la Edad Media en Europa (siglo XIV) con la aparición del canto cortesano; estos cantores estaban al servicio de los reyes para animar su eventos. En esa misma época surgen los juglares, es decir, algunos cortesanos que no ya estaban al servicio del rey. Estos juglares iban de pueblo en pueblo divirtiendo a la gente con sus cantos y un valor agregado: bailes y juegos, lo hacían a cambio de dinero o dádivas.

En el caso de la música vallenata, nuestros primeros juglares eran más intérpretes que cantantes, no eran unos dechados de buenas voces (vozarrones), pero si tenían habilidades para la composición y la improvisación. Estos juglares eran amos y señores de sus agrupaciones y su competencia no era por el dinero, sino por una hegemonía territorial. De esos primeros se destacaron, Chico Bolaño, Luis Pitre, Pacho Rada. Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Alejo Duran, Emiliano Zuleta Baquero, Lorenzo Morales, Andrés Landero y algunos que se me escapan de la memoria.

En la segunda etapa aparecen los juglares modernistas entre los que se destacan Calixto Ochoa, quien fue la excepción por ser el más completo; cantaba (tremendo vozarron), componía (más de 4.000 canciones) e interpretaba todos los instrumentos, además, rey vallenato. Y Alfredo Gutiérrez, icono insuperable por sus logros; canta, compone, interpreta todos los instrumentos y tres veces rey vallenato. Les siguen en importancia interpretativa Lisandro Meza y Aníbal Velásquez que, aunque no fueron reyes vallenatos, si interpretan y grabaron música vallenata. Estos cuatro juglares marcaron la diferencia en esta fase por las innovaciones rítmicas que hicieron, pues incursionaron en el género tropical y dejan un legado digno de imitar, además, son líderes y propietarios de sus agrupaciones y sus marcas.

En la etapa pos modernista del vallenato, aparece Jorge Oñate con el modelo del cantante, patrón que estandarizaría la nueva forma interpretativa en la música vallenata. Oñate fue influenciado por las voces de la música mexicana y los baladistas españoles de la década del 60 (siglo pasado) Nino Bravo, Raphael, Camilo Sesto, entre otros.

En 1968 Jorge Oñate incursiona en el acetato como voz líder del grupo “Los Guatapurí”, cuya canción destacada fue “Campesina Vallenata”. En 1969 aprovecha la fama y capacidad interpretativa de los hermanos López y graba con ellos el álbum “Lo último en Vallenato”, donde se desacataron (y aun suenan) Berta Caldera, Diciembre alegre y Siniestro de Ovejas.

Con Jorge Oñate nace un nuevo paradigma en la música vellenata por cuenta de su registro vocal, modelo que imitaron Poncho Zuleta, Diomedes Díaz, Rafael Orozco… y de ahí para a acá la lista es larga. A partir de Jorge Oñate comienza la hegemonía del cantante sobre el acordeonista, no obstante y por exigencia de algunas casas disqueras, el acordeonista debía aparecer en las carátulas de los LPs y Cds. Con Poncho Zuleta, Diomedes Díaz, Beto Zabaleta, Silvio Brito, entre otros, el acordeonista se rezaga y el cantante se vuelve protagonista en la tarima.
Rafael Orozco marcaría un modelo y un estilo en la capacidad vocal, pues fue la primera voz con vibrato y altura de las notas (no gritaba, vocalizaba); le siguen Jean Carlos Centeno, Jorge Celedón, Ernesto Mendoza y Silvestre Dangond, los más reconocidos porque cada uno de ellos creó un estilo, pero son de la escuela de Rafael Orozco.

Capítulo aparte es la batalla que libró Emilianito Zuleta con su hermano Poncho, pues ellos como “Los Hermanos Zuleta” crearon una marca, un estilo, una escuela; etiqueta o huella que será indeleble en la historia de la música Vallenata y que el país vallenato celebra cada vez que se rencuentran en sus grabaciones. Su ruptura musical se produjo por diferencias económicas, pues Emilianito siempre reclamó un equilibrio entre él y su hermano.

Para que el acordeonista recupere su espacio perdido, deberá mejorar su performance en tarima y grabación, es decir, versatilidad en la producción y escena musical: cantar, improvisar, romper esquemas. Esta redención no se logra con reclamos, se debe demostrar con hechos y no con palabras. Fernando Rangel, rey vallento posmodernista, quien lidera una campaña que busca recuperar el sitio protagónico del acordeonista, en su cuenta de Twitter hizo un reclamo con un mensaje emocional inapropiado que desató una controversia de padre y señor mío en esa red social que trascendió a las demás; esta discusión evidenció la falta de solidaridad y cohesión generacional al interior del gremio de acordeonistas.

Serán las escuelas de formación y las nuevas generaciones las llamadas a recuperar el paradigma del juglar en la música vallenata. En esta gesta la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata jugará un papel importante. No se trata de crear un modelo de acordeonista empresario dueño de la agrupación, es la capacidad artística para emular a Calixto Ocho o Alfredo Gutiérrez. La intención de Santos Rafael, “El joven juglar”, es buena, pero le falta… “Obras son amores, y no buenas razones”… La tarea del acordeonista por recuperar su espacio es ardua. Mientras esto sucede, seguiremos viendo en las caratulas de los CDs y los Flyer promocionales sólo la figura del cantante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *