jueves, abril 25, 2024
Opinión

¡Oh gloria inmarcesible!

Por: Enrique De Luque

Rafael Núñez en su inspiración seguramente observaba a una Colombia floreciente, inmarcesible, definido éste adjetivo como algo que no se puede marchitar y lo adjunta con la inmortalidad: “Oh jubilo inmortal”. 133 años después, estamos muy lejos de la descripción y sentir del compositor de nuestro himno. La afirmación de que estamos lejos de lo renaciente e inmortal son los hechos, el actuar cotidiano de todos los colombianos. Saldrán ahora voces de protesta por tal aseveración (lo cual no es extraño por estos días), nos hemos deshumanizado y creado una moralidad sectorizada, y construido unos valores acomodados, distantes de lo colectivo; hoy, estamos frente a una nueva normalidad aún más amañada.

Semejante introducción necesita una explicación, pero más que eso lo voy a continuar con frases compuestas para que ustedes saquen sus propias conclusiones. La personal, me les adelanto: no somos un país floreciente, mucho menos inmortal y lejos de superar los surcos de dolores, esos, muy al contrario, los labramos con vehemencia, ampliando y con mayor profundidad la brecha en nuestro suelo, cosa que no se realiza de manera natural, sino que es necesario la mano del hombre (sociedad).

Lo escrito, escrito queda; adagios populares utilizados incluso para resaltar que es de estricto cumplimiento o para demostrar que no cumplió con lo acordado en el papel. Escrita está nuestra constitución reformada en 1991 con unos artículos hermosos que, al iniciar su lectura, al igual que el himno, nos exhortan a creer, visionar una Colombia en donde somos iguales con unos derechos inquebrantables, lo cual nos conlleva a unos deberes a cumplir como aporte para hacer realidad lo contemplado en nuestra carta magna. Todos y cada uno de nosotros, actuando bajo lo contemplado allí, que lejos estamos cuando en realidad hacen carrera composiciones como: “En el papel todo cabe”, o “hecha la ley, hecha la trampa”; es decir, estamos prestos a estudiar el cómo violar lo establecido y para aquellos que están leyendo y rechazando con un – ¡yo no soy así!-, pregúntese primero cuantos semáforos en rojos se ha pasado, cuántos pares no ha respetado, cuánta ropa de vestir ha comprado de contrabando, cuántos favores ha pedido o ha realizado utilizando sus influencias, y después para concluir afirme: ¡ yo lo que soy es avispado! Adelantado, e inteligente, no un violador de normas de conductas y del buen vivir.

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Que en el papel todo cabe, no hay duda. Cómo dejar de un lado la Ley 100 y su sistema general de seguridad social en salud, el cual habla de humanización del servicio, y la constitución lleva inmersa la solidaridad. ¿Qué tanto somos los colombianos solidarios y humanizados? Criticamos, estamos en contra, pero no aplicamos a ver si funciona en el papel; tanto la una como la otra están bien concebida, con errores, pero su espíritu es noble, bondadoso. El tema está en su aplicación y operatividad, el cual es ruin y perverso.

Gritamos, sacamos pancartas, incluso invitaciones a tomar las armas por una orden de detención domiciliaria de un individuo, pero guardamos silencio frente a las masacres de niños, que son el futuro de un país marchitado; al igual que guardamos silencio frente a la protesta de trabajadores a quienes les adeudan sueldos como es el caso del Hospital Rosario Pumarejo, de la ciudad de Valledupar, pero sí queremos que nos atiendan cuando solicitamos sus servicios. La solidaridad segmentada, los derechos fraccionados, y los deberes incumplidos… cuanta falta nos hace, mi Colombia, un acto de constricción por cada uno de nosotros, para poder rescatarte del profundo surco en donde estás.

Un comentario en «¡Oh gloria inmarcesible!»

  • Muy cierto, mi querido Dr Enrique. Lo pero esto empeora cada día. Unos porque no quieren trabajar y todo lo quieren gratis y otros porque quieren dinero fácil y rápido, no importa como sea

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