Seguidores de Calixto Ochoa lo recuerdan a 4 años de su partida

Se cumplen 4 años de la partida de Calixto Ochoa Campo, el más prolífico compositor vallenato, que no solo hizo los ritmos autóctonos de la región, sino que se blindó de una sabiduría que le permitió enlazar el gusto de todas las culturas, a las cuales les hacía música y las puso a bailar por más de seis décadas.

Parece que hubiera sido ayer cuando ríos humanos desbordaron la tristeza al acompañar su féretro a un humilde caserío que así como lo vio nacer, reclamó, acogió y abrazó sus restos como la mayor simbología del apego al ídolo que con sus letras proyectó el mapa de esta aldea llamada Valencia de Jesús, que hoy es referente en el mundo gracias al talento de este juglar que nació para alegrar corazones.

Jacquelín Ochoa, una de sus hijas rememora esta dolorosa fecha para su familia: “Hace cuatro años papi se fue al cielo, pero cada vez que recuerdo sus inicios, pienso en que mi papá decidió hacer de su vida, su escuela, la escuela a la que no pudo seguir asistiendo por su pobreza material, pero no mental, porque entendió que en su interior Dios le había dado la capacidad de salir adelante luchando con lo que ya había sido depositado en él y que él llamó: la Escuela del Poder, la que Dios puso en su mente para poderse defender”.

El pesar de su familia es el mismo de su fanaticada, pero a la vez se siente la satisfacción de haber tenido al lado, no solo un artista integral, sino a una persona buena, desprendida de ostentaciones y egos personales, su personalidad fue la misma desde el mismo momento en que partió de su pueblo hasta toda la gloria que conquisto en el folclor, en sus letras dejó plasmada la huella de un ser sin prevenciones.

Por eso su hija, con su patente heredada, da fe de su comportamiento y expresó: “La grandeza de un ser humano radica en descubrir aquello para lo que fuimos creados y para eso solo necesitamos esforzarnos por desarrollar lo que ya tenemos en nuestro interior y creer primero en Dios y luego en nosotros mismos, eso lo aprendí de mi viejo y hoy además de sentir el profundo amor que siempre le tendré, celebro su vida, su fuerza y su capacidad para demostrarnos que no hay límites ni imposibles para cambiar nuestro destino si estamos dispuestos a luchar por salir adelante” concluyo la heredera del maestro Calixto Antonio Ochoa Campo.

Su tumba en su pueblo natal, fue visitada por familiares y paisanos que renovaron las flores que siempre permanecen fragantes como si estuvieran enraizadas en aquellos sabanales a los que el maestro les cantó. Los rezos por su alma sonaron como un complemento de las letras dicientes donde predicó que “de nada vale en el mundo ese tanto orgullo” porque ahí en ese Campo Santo, todo acaba. Por eso siempre dijo que: “saben que todos nacimos pa’ ser difuntos y al fin y al cabo tarde o temprano, toda esa grandeza siempre se acaba”.

Desde Sincelejo donde residía Calixto Ochoa, partió el cortejo fúnebre ese inolvidable 18 de noviembre con los restos del juglar, y tras 10 horas de recorrido pasando por poblaciones que frenaban el itinerario, llegó a Valledupar en donde fue tenido por tres horas en la Iglesia de la Concepción y posteriormente en la Tarima Francisco El Hombre, desde donde fue llevado a su última morada en Valencia de Jesús.

Ni las más místicas fiestas religiosas que se viven en ese pueblo con motivo de la Semana Santa, aglomeraron tanto púbico como el que llegó desde todas partes del país a despedir a Calixto Ochoa. En un verdadero río humano se convirtieron las calles de Valencia de Jesús ante la aglomeración de asistentes que acompañaron el cadáver de Calixto Ochoa hasta su última morada, la que sigue siendo visitada y en donde le suenen sus canciones en cada fecha de su partida.

Por WILLIAM ROSADO RINCONES