martes, abril 23, 2024
Historias

Zuleta por siempre, de la Sierra hasta Estocolmo

Se necesita personalidad y formación para no sucumbir ante los cambios que la vida ofrece, desde el mismo ombligo del origen humilde de una casta, que atravesó el paralelo de la superación, hasta asentar bases en una sociedad en donde el doctorado empírico del sacrificio fundió las bases de un ejemplarizante modelo social de la familia Zuleta Díaz.

En estos renglones se puede sintetizar el crecimiento de una familia que cambió el olor del cebollín y los aperos de sus mulas en la Sierra Montaña de Villanueva, por las fragancias de la ‘María Farina’ que, oronda expelen sus nuevas generaciones en los clubes donde su doctorado musical, no se diferencia de las maestrías de otras profesiones que rodean y corean a los protagonistas de esta escuela musical.

Los homenajes a ‘Poncho’ y Emiliano Zuleta que suelen brindarles en festivales, son apenas las puntas de Iceberg ante los eslabones de reconocimientos que merece esta raza guajira, que se abrió camino, partiéndole el espinazo a la pobreza a base de talento y el empuje de unos ancestros, cuyos almanaques eran regidos por el sol y las estrellas.

Basta recordar el ‘flequeteo’ de las polleras de Sara Baquero, su abuela paterna para reconocer el mágico embrujo de su don, el que doblegaba a los más encopetados estratos sociales que se refugiaban en el entorno de su pueblo, El Plan, para desintoxicarse con los cuentos de ella, y las notas y versos de sus hijos, los que pulsaban melodías que convertían su humilde rancho en la embajada bohemia más exquisita de la sana provincia.

Si bien Emiliano Zuleta Baquero arrancó el éxodo hasta la tierra prometida, lo que le cambiaría la boñiga impregnada de olores folclóricos. Detrás había otros elementos tan brillantes como él, pero que por su condición de hermano mayor los puso en una línea descendente que, aunque no los opacó, los cobijó con una sombra protectora que no les permitió asomar su clorofila musical al sol que volvería más verde su talento, es el caso de Andrés, Simón y ‘Toño’ Salas, otros músicos salidos de la matriz de ‘La Vieja Sara’, quienes también fueron indiscutibles bastiones de esta dinastía.

Estos campesinos de hacha y machete, forjaron la más grande familia musical de la comarca, la que sin duda montó en la locomotora de su tren evolutivo a ‘Poncho’ y Emilianito como los maquinistas más brillantes de la familia, por eso en el tránsito glorioso de la fama, son ellos los que han sabido repartir las mieles y las champañas de los campeones, a todo ese árbol genealógico sin ninguna discriminación.

Unidos o separados, siempre serán Los Hermanos Zuleta, dos personas distintas pero de cromosomas originales, que aunque militen distintas vertientes, siempre desembocan en la condición heredada del servicio a la gente, el desprendimiento, la chispa y el perenne humor que destornilla la amargura de los que estén en su reino.

Loores a estos hermanos que pelean y se reconcilian con la misma rapidez y frecuencia de los pitos y los bajos, quienes, desde el balcón de la fama, siguen viendo las luces con la misma humildad con la que miraban los destellos navideños de Villanueva, ‘encaramaos’ en el cerro Pintao, con su mamá, Carmen Díaz, mientras el viejo Mile se ‘embojotaba’ en piquería limpia con su archi rival de siempre, Lorenzo Morales.

Los seguidores de Poncho y Emiliano podrán decir orgullosamente con un acróstico, que esta familia musical está entre “Mis Preferidas” porque sin duda han cumplido “La Cita”, entonando a la perfección, “Mi Canto Sentimental”, así llegue un “Río Crecido” de popularidad, que termine siendo luego un “Río Seco” por los malos entendidos, pero que después acabe en “El Reencuentro” que los convierta en más “Ídolos” que los certifica como “Los Maestros” de este folclor, elevándolos a la categoría de “Dos Estrellas” que a pesar de los males, seguirán volando como “El Cóndor Legendario” hasta la “Tierra de Cantores” porque por siempre son, “Dinastía y Folclor”.

No fue fácil en su época llegar al “Volumen 12”, era como preparase “Pa’ toda la Vida” y seguir caminando para el “Volumen 15”, por su fanaticada, “Por Ella”, hasta obtener “El Vallenato Nobel” no importa si se tenían que subir al “039” ese maldito carro. Como diría Emiliano, “Con mi Acordeón” y demostrar “Los Mejores Años” para seguir demostrando que no hay como “El Zuletazo”.

Con esta unión siguieron llegando “Las Mañanitas de Invierno” y “Las Tardes de Verano” con altibajos tal como “El Girasol” pero seguían caminando a otra década, “Zuleta 95”, eso sí, “Siempre Vallenato” con “Nobleza y Folclor”, para que sus seguidores no cayeran en “La Trampa” de los impostores, pues eran ellos, “Los Juglares” porque aunque se separen una y otra vez, “La Sangre Llama” y así Poncho diga, “Cantaré” “Por Siempre”, así lleguen “Cien Días de Bohemia”, por eso con el Grammy, “Colombia Canta Vallenato”.

 

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