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Opinión

La libertad de las mujeres no puede estar en juicio

En días recientes conocimos la investigación disciplinaria que enfrenta la jueza Marienela Cabrera por publicar videos en TikTok donde baila o muestra su cuerpo. El asunto ha generado titulares, debates morales y hasta reproches sobre la dignidad del cargo. Pero detrás del ruido hay una discusión más profunda: ¿hasta dónde llega la libertad de las mujeres sobre su cuerpo y su expresión, incluso cuando ejercen funciones públicas?

Es indispensable partir de un principio constitucional incuestionable: toda mujer es libre de vestirse, bailar o expresarse como desee, siempre que no vulnere la ley ni sus deberes funcionales. Ni el Código Disciplinario ni la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia establecen un “manual de vestimenta” o prohíben a los jueces usar redes sociales. Lo que se exige es respeto por la dignidad del cargo, pero ese estándar no puede convertirse en una excusa para imponer prejuicios morales ni visiones conservadoras sobre la feminidad.

La historia de esta jueza pone en evidencia una constante: cuando se trata de mujeres en cargos de poder, las miradas se concentran más en su apariencia, en cómo visten o se mueven, que en su capacidad profesional o en la calidad de sus decisiones judiciales. Ese sesgo no solo es injusto: es una forma sutil pero efectiva de discriminación de género.

Resulta peligroso que en pleno siglo XXI aún se pretenda disciplinar a una mujer por mostrarse auténtica en redes sociales. El debate no es jurídico sino cultural: seguimos atrapados en un modelo que exige a las mujeres ser “decorosas” según estándares ajenos, invisibilizando que el verdadero deber de todo funcionario es garantizar derechos, no someterse a cánones morales impuestos.

La justicia debe cuidarse de no confundir la dignidad del cargo con la censura del cuerpo. Defender a las mujeres en estos casos no es un capricho: es un recordatorio de que la igualdad de género y la libertad personal también se juegan en los escenarios digitales. Si la sociedad no entiende esto, seguirá replicando viejas cadenas bajo nuevas formas.

Por Luís Alfredo Velásquez Maestre

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