Papa León XIV: sembrador de amor que llegó en mula a rincones olvidados del Perú
Desde lo alto de una mula o a bordo de un mototaxi, en caminos polvorientos, Robert Francis Prevost, hoy Papa León XIV, no solo recorría territorios, recorría también las heridas del alma de un pueblo que aprendió a quererlo como uno más. A lo largo de casi tres décadas en Perú, en especial en la región norte de Chiclayo, sembró amor, reconciliación y esperanza en comunidades campesinas y pesqueras que nunca olvidarán su cercanía.
Nacido en Chicago en 1955, de madre española, León XIV es un hombre de sólida formación intelectual (matemático, doctor en Derecho Canónico y maestro en Divinidad), pero su verdadero legado se ha edificado sobre la humildad, la escucha activa y el servicio silencioso. Nacionalizado peruano en 2015 como requisito para asumir el episcopado, vivió desde 1985 como misionero agustino en tierras peruanas. Allí fue canciller, formador, vicario judicial, obispo de Chiclayo y administrador apostólico del Callao.
Más allá de sus títulos, lo que lo hizo inolvidable fue su estilo pastoral: el de quien se sienta en la tierra a escuchar al pescador, abraza al campesino y camina al ritmo del pueblo. Su compromiso social no fue un discurso; fue presencia constante, fue consuelo, fue acción. Y como dice su gente: “no venía a prometer, venía a compartir”, contó a El País Vallenato, Monseñor Jorge Rafael Escorcia Angarita, de la parroquia Señor de los Desamparados en la municipalidad Punta de Bombón, Perú.
Narró que Robert Francis Prevost, tras dejar Perú hace apenas tres años, fue llamado por el Papa Francisco a Roma, donde asumió con prudencia y firmeza el liderazgo del Dicasterio para los Obispos, ayudando a sanar tensiones dentro de la Iglesia en Estados Unidos, sin escándalos ni protagonismos, sino con verdad, diálogo y paz. Su cercanía al Papa Francisco no fue solo institucional, sino espiritual: ambos comparten una visión pastoral basada en la misericordia, la inclusión y la justicia social.
Con 69 años y un corazón profundamente latinoamericano, León XIV llega al Pontificado como un puente entre culturas, pueblos y sensibilidades dentro de la Iglesia. Su papado, al estilo de Juan Pablo II, promete ser conciliador, comprometido con la paz mundial y con los pobres del mundo, especialmente los olvidados por los grandes centros de poder.
En las zonas vulnerables del norte peruano, donde aún resuenan sus pasos en la arena y su voz en las homilías, lo recuerdan no como un alto dignatario, sino como el Padre Roberto, el amigo que llegaba sin escoltas ni pompa, pero con una fe sencilla y firme. Hoy, ese sembrador de amor es el nuevo pastor universal. Y el mundo mira hacia él con esperanza.