martes, abril 16, 2024
Opinión

La simulación democrática

Por: Luís Orozco Córdoba

El objetivo de la toma del poder por los socialistas no es otro que la instauración de una dictadura, la dictadura del proletariado, así lo pensaron Marx, Engels y Lenin; sin embargo, la historia ha demostrado que en las dictaduras instauradas por los socialistas el poder no lo han ejercido los obreros ni los campesinos sino, según el caso, un partido único, una élite militar o, casi siempre, un supremo imperator; son emblemáticos los casos del bolchevismo en Rusia, del chavismo en Venezuela, del castrismo en Cuba y del maoismo en China.

La vía para la toma del poder señalada por los ideólogos del socialismo es, prima facie, la violencia, así lo declaraba en sus párrafos finales el Manifiesto Comunista: “Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente.”  Sin embargo, frente a la carga negativa del discurso de la dictadura del proletariado y frente al fracaso de la subversión violenta como vía para la toma del poder, los partidartios de la dictadura, en todas sus variantes, encubren sus intenciones y las disimulan bajo el ropaje de la democracia liberal a cuyo amparo han diseñado para Colombia la más aterradora estrategia para la captura del Estado.

Al repasar la múltiple acción criminal de quienes han pretendido sustituir el Estado colombiano, demoliberal y pluralista que con deficiencias e imperfecciones garantiza la salvaguardia de los derechos humanos, de las libertades ciudadanas fundamentales y de la libre competencia en el mercado, por un Estado totalitario de libertades restringidas y de economía estatal centralizada, por una dictadura de tipo socialista, nos topamos con la combinación de todas las formas de lucha proclamada y adoptada a mitad del pasado siglo por el Partido Comunista Colombiano como ruta estratégica para la toma del poder cuando decidió, en palabras de su Secretario General, “aceptar la inevitabilidad de la lucha armada, pero, al mismo tiempo, participar en todas las formas de lucha”.

La persistencia en esta combinación estratégica despojó de toda connotación política y ética la acción contestaria de quienes se autoproclaron luchadores por la libertad y por la justicia social y, de contera,  sumió a Colombia en un torbellino de muerte y horror durante más de cincuenta años de acción guerrillera, de terrorismo urbano, de asesinatos selectivos, de sabotaje a la economía del país, de secuestro indiscriminado y desparición forzada, de extorsión y despojo violento, de desplazamiento poblacional y reclutamiento de menores de edad, todo permeado, alimentado y financiado por el narcotráfico a tal escala que convirtió a Colombia en el primer productor mundial de cocaína.

Estas formas de lucha se combinaron de manera solapada con otras actuaciones criminales que por sutiles no son menos perversas: El uso alternativo del derecho, la cooptación e infiltración de áreas importantes de la institucionalidad estatal, la asonada planificada y permanente, además de la más insidiosas de todas: la simulación democrática, esto es la participación en el juego democrático como estrategia para destruir el sistema de libertades y derechos.

En este proceder simulatorio en el cual la voluntad expresada públicamente no se se corresponde con el propósito íntimo y protervo de abatir el Estado de derecho se fundan partidos que en sus cartas programáticas hacen profesión de fe democrática en tanto que en su activismo está dirigido a la subversión totalitaria, al desconocimiento de la voluntad popular y a la instauración de una dictadura; se hacen elegir o designar personas para cargos de representación o de gobierno haciendo, al asumirlos, votos perjuros de cumplir la Constitución y la ley, de reconocer como legítima la institucionalidad mientras soterradamente conspiran contra el orden democrático teniendo siempre en la mira la sustitución del Estado por otro conforme a sus ideales totalitarios, práctica insidiosa y malintencionada que hizo posible un pacto de impunidad con reos de lesa humanidad que amnistiados e investidos de representación política en ningún momento han reconocido la legitimidad del Estado colombiano ni se se han comprometido a no intentar por ningún medio la eliminación del orden institucional ni poner en peligro la existencia de la República.

Después de la caida del Muro de Berlin, de la conversión de China en una economía capitalista con veleidades imperiales, de la ruina de Venezuela y del despertar del pueblo cubano, aquí en Colombia se nos invita a marchar en contravía del la historia por el retorcido camino del populismo totalitario liderado por demócratas simulados. Así las cosas a alternativa en 2022 será: Democracia o dictadura.

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