martes, abril 23, 2024
Opinión

El titi y mi compadre

Por: Augusto Aponte Sierra.
El título que va empotrado en mi historia podría tener miles y hasta millones de epitafios con nombres inmortales.

Los protagonistas y los personajes invitados a mi relato caminan en las voces de los acontecimientos del día a día en nuestra historia de vida, y se acomodan en la comedia trágica que resulta al convivir en un mundo de locos.
El relato surgió de la realidad, en esa vivencia que se volvió fantasía, y que siempre me ha permitido mirar los sentimientos que conviven en muchas de mis prosopopéyicas aventuras.

La llegada de Luca, un Saucera de escasos días de nacido a nuestro hogar, es la compañía que inspiro la historia que hoy les traigo.
La humanidad ha convivido a través de los tiempos con la soledad, la compañía, la solidaridad y, sobre todo, con las enseñanzas de que la lealtad, como expresión de cariño y de pertenencia sin esclavitud, es lo más parecido al amor como expresión de amistad.

Es cierto que la lógica no adjudica el color ni la intensidad a los sentimientos, mucho menos se hace justicia al sentirlo o destruirlo. Todo el misterio está en la alquimia del gusto y en la empatía, que preludia al amor, o a muchas de las expresiones similares, como en este caso es la amistad, entre dos seres del mismo reino: el reino animal.
La convivencia con mascotas a lo largo de mi vida me ha dejado interpretar los puntos que, en el anclaje filosófico, nos explican los sentimientos que unen al ser humano con sus mascotas.

El amor y todos sus matices es una sensación nacida entre dos seres que sienten palpitar sus vidas en una sola emoción compartida. Este sentimiento llamado amor, puede surgir entre los humanos y su mascota. Pero en nuestra civilización este cariño surge conexo a la expresión de humanidad y a lo que muchos llaman agradecimiento. Es así como existen sentimientos que nacen bajo la sombra de la gratitud y de la solidaridad.
Por eso es que hoy a las mascotas perrunas, las amamos, las humanizamos, les damos cariño y la hacemos parte de la familia, con todos sus derechos…

Así fue como el intérprete de mi historia, adquirió el nombre de «el Titi»

Para darle género y animación en el mundo sentimental de los humanos.

Ramón José, es un amigo y compadre, con el que, desde la infancia, venimos compartiendo muchos lazos de afecto con fibras de consanguinidad, todo eso me dio la oportunidad de conocer la veracidad del personaje y de sentir su historia como si yo la hubiese vivido.

La historia se inicia así:

“Mi compadre era el amo y hasta papá del sagaz y aventurero ‘Titi’.

Ramon, es un hombre noble, desprevenido ante el dolor y el desengaño, fiel amante de las almas, sin mirar el contenido del cuerpo. Tal vez por eso mi compadre se encariñó con la estampa del perrito.

El Titi llegó muy pequeño al corazón de la familia y ahí se quedó. Era enano, pero de raza «fina», de color negro, ojos saltones, recochero, todo un Pincher «pura sangre», y efectivamente, como todas las mascotas, terminan pareciéndose a sus dueños. El titi era «loco», ‘atravesao’, buena gente, ‘hembreriego’, y también un gran cobardazo.

Su carisma, juguetería e inteligencia, lo hizo escalar rápidamente en los aposentos del cariño de toda la familia, también de los vecinos y hasta de los barrios circunvecinos.

Su fama se extendió igual que su necedad, mi compadre lo paseaba desde muy cachorro y lo vestía de acuerdo con el gusto del barrio y de la moda que el momento disponía. Era común verlo vestido con estilo deportivo durante la semana y los domingos lucia su pinta preferida: gafas oscuras, bufanda y una gorra con un logotipo Yanqui. También inició clases de glamur, pero «eso» a mí compadre no le gustó, porque después «cogía para el otro equipo». Eso decía entre carcajadas mi querido amigo Ramon, y el Titi se reía, sin decir ni mu.

Así pasaron los años y el dúo ‘Titi- Monche’, fue creciendo en fama y en anécdotas. Claro, a veces el animalito no podía complacer a tanto «loco» en la familia, y por lógica no pudo cumplir algunos roles.

Jamás aprendió a conducir el Mazda 323 de mi compadre, a pesar de los tres cursos de aprendizaje que Ramon José le pagó en el tránsito. En las misas nunca pudo llevar el ritmo de tantos ‘ave Marías’ y mucho menos compartir la paz…Y así abandonó su carrera religiosa.

Pero las malas compañías o los amores imposibles siempre terminan con el futuro de muchos personajes. El Titi no podía ser la excepción. Comenzó a vivir la bohemia y la vida parrandera del goce hormonal que lo hizo presa fácil de la rumba y la lujuria.

Así comenzaron las llegadas a muy altas horas de la noche, y a veces se perdía todo el fin de semana, para llegar el lunes amanecido con su amigo inseparable: un gato barcino ojo amarillo y solapado, propiedad del cachaco de la esquina.

Dicen las malas lenguas que el gato tenía muchas mañas y que era el rey de los tejados en el barrio, que no existía una gata en la vecindad que el bendito minino no la hubiese preñado. Monche fue enterado por el vigilante de la cuadra que le informó con detalles, con pelos y señales, todo sobre las andanzas del dúo Titi y el acreditado gato.

Entonces mi compadre tomó recaudos y muchas precauciones, le ocultaba hasta el número de la clave de su tarjeta débito, porque Titi era el único que lo acompañaba al cajero a retirar dinero, y Ramon, ya no confiaba plenamente, por las malas compañías de su querido Titi.

La confianza deteriorada nunca pudo vencer al cariño de los 2 amigos, y mi compadre se volvió un soberano alcahuete de las vagabunderías del Titi, y así, de noche o de madrugada, “el amo” siempre esperaba despierto a su querida mascota. Me cuenta melancólico muchas veces que hasta le consentía los guayabos y las resacas de sus borrascosas andanzas. Hasta que un día, que siempre será muy recordado por toda la familia, llegó la triste noticia de que al Titi lo habían matado, y su cuerpo estaba tendido en un monte cerca del domicilio de un viejo amor.

Dicen que fue un crimen pasional. Las sospechas recayeron sobre el mentado felino, pero el cachaco aclaró que ese bandido también estaba desparecido.
El misterio de su muerte cerró la historia del gran Titi, el pincher que le robó el corazón a mi compadre.

Pero hay tragedias con suerte, porque en estos tiempos de protestas y de vandalismo, mi compadre Monche hoy estaría sufriendo, porque conociendo al Titi, ese ya andaría con la capucha enroscada en su rostro y con garrote en mano, ya hubiese desmigajado todos los negocios de los barrios Cañahuate y Novalito. Dios sabe hacer bien las cosas, hoy el Titi sería un pincher de primera línea.

La historia del Titi y su desenlace no está lejos de las tragedias humanas, igual que muchas en el olvido y en la impunidad.

Lo cierto es que hoy la historia de las mascotas, siempre tendrá su parte humana, en donde muchas de ellas son más felices que sus propios amos, y eso de que tienen una vida de perros, cada día es menos cierto.
Al final, mascotas y humanos, somos criaturas de la misma villa en este mundo de animales.

 

 

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