martes, abril 23, 2024
Historias

Las casitas de bahareque

Por: José Galiano la Rosa

Ricardo, buenos días llamo no solo para saludarte, sino también para pedirte un favor, toma unas fotos de las casitas de bareque que hay a las salidas de nuestro pueblo y si puedes algunas de los pueblos vecinos. Hola José, lo haré con gusto, oye dime y eso ¿para qué las quieres?; Ricardo, después te digo donde puedes ver lo que se me ocurre escribir hoy y talvez durante dos o tres días más. Mi amigo, quedó satisfecho con mi promesa y aceptó tomar las fotos; yo pondré algunas aquí y también bajaré unas de otros pueblos de nuestra región, verán como son Las Casitas de Bareque y algo de lo que ellas protegen y representan. Decidí contarle más a Ricardo, porque además de ser un viejo amigo, continúa viviendo en nuestro pueblo y es una fuente fidedigna de información, así que lo volví a llamar y le dije, Ricardo siéntate cómodo, te contaré que hago y me darás tus opiniones, primero quiero contar lo que ya te dije, ¿Qué son las casitas de bareque y que representan?, después iré narrando más cosas que creo importantes.

Me preparé un buen café de los nuestros, que son los mejores cafés suaves del mundo y me trajo recuerdos, si recuerdos de los años sesenta, cuando iba camino a nuestra finca, a caballo y vi a Clímaco un señor mayor, que tenía como oficio cavar posos artesanos que hacía a pico y pala, construir casas de bahareque y tuve la suerte que estaba en ese momento construyendo una; me detuve y baje del caballo; en el pueblo todos nos conocemos y más cuando las personas tienen algún oficio como el de Clímaco, después de saludarnos, le pregunte si podía quedarme mirándolo trabajar a lo que respondió que eso no le molestaba y me pasó una butaca de madera, de esas hechas por los dueños de casa, que se sostienen en tres patas y las hacen del “palo o madero que primero encuentren”. Me senté a observar.

Clímaco era un hombre de unos 55 años, robusto, moreno, algo canoso, poco gustaba de hablar mientras trabajaba, porque decía que eso le robaba tiempo; trabajaba con todo el torso desnudo, para que el sudor no le dañara sus camisas y en su bolsillo derecho del pantalón, sobresalía una especie de toalla, de color indefinido, ya que había madrugado a trabajar y ese era su pañuelo, el  que le servía para secar la mezcla de sudor, tierra, cal y boñigas de vacas que el recogía en los corrales de las fincas o en las calles, porque, en esos años, aún los ganados de las fincas vecinas al pueblo, al anochecer encontraban más cómodo dormirse y hacer sus necesidades en los parques del pueblo y Clímaco cuando tenía que hacer casitas de bahareque, recogía las plastas de boñiga de los animales.

Estiércol o boñiga  de vaca

 

Clímaco, nuestro arquitecto sin título universitario, pero que había construido cientos de casas y excavado otra cantidad similar de pozos para extraer agua, varios montones de los materiales que iba a utilizar: uno de ellos era barro, tierra que sacaba excavando, quitando la primera capa de tierra, para que no tuviera arena y que humedecía; otro montón eran bultos de cal que había comprado, el siguiente era de boñiga de los vacunos, que había recogido en un corral cercano; a unos 6 metros había varios bultos de latas, de una planta que crece en humedales y que nosotros llamamos “uvita de la lata”, por cierto, de la uvita de lata, de su fruto se hace un delicioso jugo y también un vino, que es apetecido y que en los últimos años se comercializa; tenía además Clímaco unos bultos de hojas de palma, esos eran sus materiales.

 

Plantas de uvita de lata
Clímaco, me explicó que cuando no hay con qué comprar, no le pone cal a su mezcla, pero que con cal queda mejor; también me dijo que él no trabajaba si no le tenían una jarra bien grande de “agua de panela”, que para él, nada era mejor que el agua de panela con abundante limón; que él. siendo casi un niño, había trabajado en una plantación de caña de azúcar, que sabía todo el procedimiento para hacer la panela, que era la mejor bebida del mundo porque es la más natural y que con buen limón, quita la sed, le asentí, porque mi padre y todos nosotros gustamos del agua de panela, una bebida que debería proclamarse como la bebida nacional de los colombianos, de la cual debemos estar muy orgullosos, porque representa el trabajo de nuestra gente y contiene muchos nutrientes. Ahí estaba Clímaco con su agua de panela, su pico y su pala, sin título universitario de arquitecto construyendo casitas de bareque para proteger a familias enteras.
Con una cabuya, delgada y unas estacas de madera, a las que les hacía por uno de los lados “punta”, de tal forma que parecían lápices para que gigantes escribieran con ellas, con su cabuya, estacas y un mazo, procedía con sus pasos a medir el largo y el ancho de la futura casita de bareque, que como es de esperar, tenía más pasos según los recursos económicos de quien le había dado el encargo de construirla. Lo vi medir ocho pasos de frente, clavó sus estacas en el suelo y luego midió cuatro pasos de ancho y terminó de clavar todas las estacas, acababa de hacer los planos de la nueva vivienda, se apartó varios metros, camino hasta donde pasaba la calle y por fin me habló:  está derecha y caminó alrededor de su trazado y como hablando consigo mismo dejo, así la quiere Juancho y Petrona dijo que el baño y la cocina van en el patio.
planta de la que se hace la cabuya
Pico y pala, no sin antes tomarse lo que me pareció un más de medio litro de agua de panela, empezó a quitar una capa delgada de tierra cuyo ancho era el mismo de la pala, así no tenía que poner otra cabuya o una pita de curricán, la profundidad, no era necesaria, pero de nuevo la pala mandaba; yo lo veía trabajar y me asombraba la seguridad con que lo hacía y se me ocurrió pensar que estos “maestros” que aprendieron de sus padres, abuelos o de cualquier pariente o amigo que les quiso trasmitir su arte, deberían ser observados por personas que no dejaran perder su arte, porque para mí, construir una casa con esos materiales, con esos instrumentos y sin pasar por mas escuela que la de la vida, era un arte y Clímaco un artista, talvez sin saberlo y sin que se lo reconocieran. El sol aprieta, Clímaco me dice: si quieres vente mañana, esto está que quema y yo le prometí volver mañana y seguí mi camino.
Nos vemos mañana y les narraré más de sobre las Casitas de bahareque, cuidémonos, tapabocas, lavado frecuente de manos y distancia, así mañana continuaremos con esta narración

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