viernes, marzo 29, 2024
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Jesucristo engalana el Parque de Las Madres en Valledupar

El arte en los seres humanos son habilidades que en la mayoría son innatas, nacen con el artista y se fortalecen a medida que se practican; es la mejor manera de desahogar tristezas y hasta de olvidar la miseria por la que se atraviesa. Hoy el arte le hace el mejor de los regalos a Valledupar, con la imagen de Jesucristo crucificado que llegó a la Parque de Las Madres, donde nadie lo planeó ni se imaginó quien lo podía exponer para la bendición de todos.

Un emblemático árbol de almendro, de aproximadamente tres metros de altura, con su tallo seco pero perfecto para tallar a Jesús sacrificado en la Cruz, fue tomado por Pedro Antonio Ariza Durán, un hombre de 45 años, de origen vallenato, que ha demostrado ser un artista innato que hoy se ahoga entre la mendicidad y las drogas, pero con el pensamiento lúcido para plasmar, a través del arte, imágenes religiosas.

A diario Pedro camina por las calles del barrio Cañaguate y el centro de la ciudad de Valledupar. Se muestra con una cabellera abundante y canosa, como reflejo de la sabiduría que en sus tiempos mozos logró adquirir; una barba poblada y vestimenta propia de una personas cuya vida la desenvuelve entre la calle y el vicio, pero a su vez refleja una inteligencia que deja ver en el Jesucristo tallado en el palo del almendro que está justo en el centro del Parque de Las Madres, lugar donde rebosa el comercio, las artesanías y parte de la historia de esta tierra vallenata.

Él es itinerante, y así va elaborando su obra, la cual inició a finales del año 2018, cuando un grupo de vecinos conociendo su talento, le pidieron tallar la imagen de Jesús en el único palo de almendro que queda en la zona, y que la comunidad evitó que la Alcaldía de Valledupar talara, cuando se remodeló el parque hace dos años aproximadamente.

Comenzó tallando solo el rostro de Jesús y así lo dejó. El árbol no llamaba la atención de nadie y pasaba desapercibido para quienes a diario circulan por el parque. Pero Pedro seguía pasando día y noche por el lugar, quizás planificando lo que en el debido momento pretendía desarrollar; y así fue, hace dos semanas aproximadamente puso manos a la obra, a su manera, pero con la firme convicción de regalarle a la ciudad la imagen de Dios como reflejo de protección para el pueblo.

El almendro se cultiva ampliamente como árbol ornamental, debido a las sombras que sus hojas brindan. Puede alcanzar hasta 10 metros de altura, Su tronco es liso y verdoso en su etapa joven pero pasa a ser agrietado y grisáceo en su etapa adulta. Es típico de zonas templadas o cálidas debido a su poca tolerancia al frío.

HOMBRE LIBRE

La noche del viernes, justo a su paso por el lugar, Pedro llegó a seguir con su obra. Vestido con una camiseta azul, un viejo pantalón y zapatos maltratados por las maratónicas caminatas que cumple a diario, se sentó en una banca que está justo al lado del árbol, donde ya lleva avanzada la obra y para la cual ha improvisado escaleras y soportes, con el fin de alcanzar de punta a punta la impresionante obra.

Con su mirada perdida, pero a la vez focalizada en la tarea que seguía con su espátula y un pequeño manduco de madera, que utiliza para golpear la herramienta que le va dando forma a la escultura, este talentoso hombre tomó sus gafas y entre cantos y palabras inentendibles comenzó.

Sus movimientos llaman la atención de vecinos y transeúntes, quienes cada noche lo acompañan, pero evitando causarle un enojo, ya que en momentos se vuelve violento, quizás perturbado por su triste realidad.

Su talento es impresionante, le da forma a lo más abstracto y ve en la madera lo que nadie logra descifrar. Su espátula va golpeando el tallo como si contara con el molde perfecto para dibujar a Jesucristo, pero no es así, solo va tallando lentamente, y se separa unos metros para visualizar el camino que le dará el resultado definitivo de esta bendita creación.

En medio de su faena, el equipo de Ajá y Qué Valledupar, intentó acercarse, pero su predisposición solo generaba gritos y buscaba excluirse, sin embargo, en momentos de tranquilidad alcanzó a manifestar: “El que aprende a realizarse con un arte, es un hombre libre”.

Y así es Pedro, libre por las calles de Valledupar. Camina y camina esperando por la bondad de los ciudadanos, come y duerme donde puede, pero lastimosamente su dura vida la intenta olvidar con las drogas, flagelo que  lo tiene inmerso en un camino oscuro, cuya luz son las imágenes religiosas que talla en cada pedazo de madera que consigue.

 

NO ES TIEMPO DE DIOS PARA REHABILITARME

Ya eran las 9:30 de la noche del pasado viernes, y el Parque de Las Madres lucía como el espacio de inspiración para Pedro. A su lado tenía una pequeña mochila de color azul que la cuida como la niña de sus ojos, en ella lleva las pequeñas herramientas para tallar, que un vecino le regaló con el fin de perfeccionar el rostro de Jesús.

Entre sus movimientos, no le perdía la mirada a su mochila y a unas pequeñas piezas de madera donde esculpió otro rostro de Jesús y una imagen del Santo Ecce Homo. Eras las piezas que esa noche vendería para saciar sus necesidades.

“No es tiempo de Dios para rehabilitarme”, fue otras de las frases pronunciadas por Pedro, de quien se conoció además que su vida desordenada y abandonada data del año 2017, aproximadamente, ya que muchos vallenatos comentan que de él tienen alguna obra religiosa en su vivienda, las cuales tarda en realizar no más de 15 minutos. Cualquier trozo de madera o superficie, son perfectas para él plasmar a Jesús, santos, vírgenes y hasta artistas vallenatos que son leyenda en esta tierra.

DEJAR HUELLAS

Ya habían transcurrido casi 40 minutos y Pedro seguía con su faena. En el espacio donde está plantado el árbol se observan trozos imperfectos de madera que va acumulando, quizás para seguir creando y escapando de su dura realidad.

Al lugar llegó Juan Carlos Rodríguez, a quien Pedro llama ‘El Mono’, un vecino del barrio que a diario recibe su visita. Con un bocado de comida, logró separarlo por unos minutos de la obra y sentarse a disfrutar los alimentos, pero sin dejar de refutar a quien se intentaba acercar.

“No me gusta posar, estoy ocupado trabajando. Si no me van a ayudar entonces no moleste…”, fue lo último que pronunció antes de sentarse en otra banca a comer.

Lisandro Martínez, otro vecino del barrio, y quien le regaló a Pedro unas pequeñas herramientas para tallar los rostros, destacó el talento que posee este vallenato. “Varios miembros de la comunidad, le dijimos hace dos años, que  hiciera en el palo de almendro la imagen de Jesucristo, porque era el único que quedaba en el Parque de Las Madres. Recuerdo que en la década de los 70 y 80 desde la entrada al Cementerio Central y todo el parque, los árboles de almendro eran una sensación”.

Dijo que con el pasar de los años, por las obras de infraestructura vial fueron talando los árboles y solo uno quedó en el centro del parque, el cual pretendían eliminar hace dos años y la comunidad lo evitó. “Pedro lo selló con el rostro de Jesucristo como una especie de protección que hoy permite mostrar esta impresionante obra, para la cual buscaremos protección”, afirmó Martínez, mientras rodeaba el lugar.

Mientras seguía el diálogo, Pedro seguía deleitando sus alimentos y apenas subía la mirada para observar los que se hacía a su alrededor. Se levantó de su asiento, dio gracias a ‘El Mono’ por la comida, tomó su mochila, donde aseguró bien sus herramientas, y las dos pequeñas piezas de madera las colocó debajo de su brazo pronunciando “no puedo seguir perdiendo el tiempo conversando, nos vemos”.

Y así salió caminando sobre la carrera novena, a seguir su destino sin rumbo, hasta que la creatividad vuelva a despertar y la necesidad de seguir creando sobre Jesucristo como su fiel protector. Pedro sigue itinerante y por ratos se observa en el Parque de Las Madres, continuando con su obra de arte, que de seguro será histórica para Valledupar, por ser una tierra creyente y temerosa de Dios.

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