miércoles, abril 24, 2024
Historias

A San Rafael de los Tupes hay que saberle pedir

Por: Juan Carlos castro Arias  

 

Juan Carlos Castro Arias, autor de esta historia

Transcurrían los primeros días del mes de Octubre del año 2017. Me encontraba con mi hermano José Rodolfo, en el Departamento de Comercio de Armas del Batallón la Popa, gestionando la revalidación de nuestros salvoconductos para porte de armas, y allí estaban varios amigos de la región con el mismo propósito.

Me dio mucha alegría conversar con los primos Gustavo  y  Eder “Pito” Márquez, a quienes no los veía hacía mucho tiempo. Pito con su alegría de siempre me dijo: “Primo me dieron una buena noticia, que vas a ser candidato al Congreso en las elecciones de Marzo del año entrante. Si eso es así, cuentas conmigo y desde ya te invito a las fiestas de San Rafael en Los Tupes, que son el próximo 24 de Octubre. Vente temprano, para que nos acompañes en la Misa Mayor a las nueve de la mañana, mira que este año va a ir Franco Ovalle, el Gobernador, y como a él lo quieren mucho, va a llegar bastante gente por allá a saludarlo. Además Primo, San Rafael es el Santo de la salud y no hay enfermo a quien no le haga su milagrito, pero también intercede por los políticos y te puede ayudar a conseguir unos buenos votos en San Diego.” Le contesté: “Claro que sí, voy a ir, como todos los años lo hago. Tú sabes que soy devoto de San Rafael, y allá en Los Tupes hay muy  buenos amigos. Tengo una invitación a almorzar en la casa de Laudith Suárez Vanegas, donde van a estar mi compadre Tirsito Maya,  Poncho Suarez Daza, Juan de la Cruz Vanegas y otros paisanos Tuperos. Estoy en campaña política, es posible que aspire a la Cámara de Representantes, ayudando a mi amigo Toño Zabaraín quién va para el Senado. No te preocupes que allá nos vemos”.

Misa de San Rafael

Llegó el esperado día y salí a eso de las siete de la mañana a buscar a los compañeros que previamente se habían comprometido conmigo para ese viaje, pero por inconvenientes de última hora no pudieron estar disponibles. A mi compadre Balmiro Carrillo lo llamaron con carácter urgente a operar a un moto taxista que se había accidentado; Juan José “el Bala” Escalona se había ido en la madrugada con mi Primo, Pedro Alberto Castro a unas diligencias en la Guajira y Moisés “el Faqui” Araujo, tuvo que atender precisamente en ese día, la visita de una distinguida dama proveniente de la Junta, la tierra del Cacique Diomedes Díaz.

“No hay más remedio, me voy solo para Los Tupes, al fin de cuentas ese pueblo  está muy cerca del Valle”, dije para mis adentros, y salí a eso de las ocho de la mañana a cumplir mi compromiso religioso y político.

Al llegar allí eran casi las nueve de la mañana y efectivamente, había muchísimas personas, y tuve que parquear mi carro a la entrada del pueblo, en una cancha de futbol, porque la Policía no permitía hacerlo en otro lugar.

Ceremonia religiosa en Los Tupes, presidida por Monseñor Óscar José Vélez, Obispo de Valledupar

Apuré el paso hacia la plaza principal, para alcanzar a tiempo el inicio de la Misa Mayor, pero desafortunadamente tuve que oírla desde afuera de la Iglesia, ya que ésta estaba completamente llena de feligreses devotos y políticos acompañantes del Gobernador Franco Ovalle.

Exgobernador Franco Ovalle y Congresista José alfredo Gnecco escuchando la misa de san Rafael en Los Tupes.

Una vez terminada la misma, llegaron los saludos con los amigos de siempre y me fui caminando hasta la casa de Laudith, con tan mala suerte que la encontré cerrada, ya que el día anterior la habían trasladado al Valle resabiando por un cólico renal; Tirsito Maya Daza, Juan de la Cruz Vanegas y Poncho Suarez, tampoco estaban, por lo que decidí entonces a eso de las once de la mañana regresarme para Valledupar.

Recién había salido de los Tupes, observé en la margen derecha de la carretera a una jovencita muy bonita, elegante, una morena de escultural cuerpo, que caminaba hacía San Diego, le hice señas con el pito del carro y paré a su lado, diciéndole: “Jovencita, buenos días, para donde va, mire que este sol está bastante caliente para una caminante”. Me contestó: “Gracias señor, vengo de la misa de San Rafael, estaba pagando una promesa y ya voy de regreso para San Diego.” Yo le dije: “Si usted quiere la llevo, mire que yo voy solo y le puedo hacer el chance”. Ella me contestó: “Muchas gracias, claro que sí, le agradezco me lleve al pueblo, vea que está lejos y no consigo una moto taxi que me transporte.” Le dije: “Súbase entonces” y emprendimos la marcha hacia San Diego.

La muchacha como buena Sandiegana, resultó ser muy conversadora, me dijo que era amiga de Lazarito, Álvaro y el Yinde Calderón, que conocía a Atilio Araujo y a Gustavo Vega Guerra, que su papá era buen amigo de Jairo Becerra, que conocía a la Doctora Margladis Araújo, la mejor alcaldesa que ha tenido San Diego, en fin, me di cuenta  que tenía buenas relaciones con la comunidad, y podía ser una excelente teniente en el proyecto político en que estaba comprometido.

San Diego, pueblo hermoso del Cesar

En eso llegamos a San Diego y me invitó a que conociera su casa, muy bonita por cierto, ubicada en la esquina de un nuevo barrio de la población. Descendió del carro y me dijo entonces: “Usted me ha caído bien, cuando quiera llegue a mi casa a visitarme, para atenderlo como usted se lo merece, con cariño Sandiegano. Estoy muy agradecida por el chance que me hizo. Anote mi número del celular para que me llame cuando vaya a venir por acá.”  Yo me despedí y le dije:” Gracias, claro que sí, voy a venir a visitarte, apunta mi celular y cuando quieras me llamas, estoy a tus órdenes en el Valle.” Después de las anotaciones telefónicas me dijo la Sandiegana: “¿Y usted se va a ir  solo para el Valle?” Yo le contesté: “Si mija, yo siempre ando solo”.  Me dijo entonces: “Si usted quiere yo lo acompaño, para que no se vaya solo, fíjese que ya casi es hora de almuerzo y le puede dar un mareo en el camino.” Yo le dije que no era necesario, que no se preocupara por eso, que estaba acostumbrado a manejar a estas horas. Me dijo con insistencia: “Hombre, hazme caso, te acompaño al Valle y luego me dejas en los transportes, allí se consiguen los carritos que vienen del Valle a San Diego, estos salen cada quince minutos y el pasaje solo vale seis mil  pesos.”  Le contesté: “Por los seis mil pesos no hay problema, eso no es nada, lo que pasa es que me vas a hacer meter al centro, hasta cinco esquinas, al lado del almacén Lindatex, donde está la estación de carros que llegan de San  Diego y a esa hora en que lleguemos allá, vamos a encontrar  muchos trancones de tránsito”. Me contestó muerta de risa: “No te preocupes, ya la estación no queda allá, queda ahora cerca de la Terminal de Transportes, al lado de una bomba de gasolina, vamos, que quiero acompañarte”. Le dije entonces: “Bueno, móntate, para llegar temprano al Valle y estar a tiempo en mi casa para almorzar”.

Reanudamos el viaje y resultó ser muy agradable la compañía de la Sandiegana, a quien le brindé unas almojábanas en la Paz, acompañadas de un exquisito granizado de mora, de los que venden allí.

Valledupar, emporio de Acordeones

Al llegar a Valledupar busqué la estación de transportes para San Diego, cerca de la glorieta de entrada y de pronto me preguntó la Dama: “¿Y qué, me vas a despachar para el pueblo ahora?” Yo le contesté: “bueno eso fue lo que acordamos.” Me preguntó entonces con entusiasmo: “¿Mi amor, tú sabes dónde queda el motel Hollywood? Me han dicho que es muy bonito. ¿Por qué no me llevas a conocerlo y nos estamos un rato sabroso allí?” Le dije: “Claro que se dónde queda ese motel, pero la verdad es que yo  vengo de confesarme y rezarle a San Rafael, pidiéndole por mi salud, le he jurado a mi esposa que nunca más le seré infiel y además tengo casi sesenta (60) años y no creo que pueda complacer bien a una muchacha tan  joven, y tan bonita como tú, a estas alturas del partido.” Y me contestó: “No te preocupes mi vida, algo haremos que nos guste”.  Ante tanta insistencia, no me quedó más remedio que enrutarme para el motel y allí, para mal de mis pecados, gracias a los encantos de la joven, tuve un buen desempeño con ella, comportándome como si tuviera 18 años de edad, complaciéndonos mucho con la linda Sandiegana. Luego la dejé  en la estación de transportes y nos despedimos con nostalgia por lo bueno que habíamos pasado.

A partir de ese momento empezó la Sandiegana a llamarme por el celular varias veces al día, diciéndome que me quería muchísimo, que fuera a visitarla, que me esperaba en su casa con unas arepas de queso, acompañadas de carne desmechada, que me tenía unos bollos de mazorca biche y agua de maíz, que ella quería complacerme en todo lo que yo quisiera, que me quería presentar a sus padres, a sus tíos y primos porque estaba feliz con el amor que sentíamos. Me dijo que le había contado a su Mamá nuestro noviazgo y que ella era gustosa, pero  quería que le diera una platica para mandar a hacer unos vestidos donde María Lilia Guerra, la mejor diseñadora de modas que tiene San Diego y la región, para estar bien elegante y bonita paseando conmigo en todas las heladerías y pizzerías de Valledupar. Yo al principio le seguía la corriente, pero al ver la insistencia de la dama, un día le dije: “Mira mi amor, entre todas las mujeres que yo he conocido no hay una tan bonita y especial como tú. Pero hay un problema. Yo estoy casado con una Maicaera, que tiene unas familiares  que son medio indias Wayuu, muy celosas con su prima; ellas viven en una Ranchería que se encuentra entre Marañamana y Carraipía  y por ser tan avispadas y fregadas les dicen las “ají molido”, ya que entre otras cosas, se dedican a ser expertas en investigaciones y reclamos conyugales; lo mejor es que dejemos esto quieto y no le votemos más corriente, no vayan ellas a armarte un escándalo en el pueblo, porque estas incivilizadas son  capaces hasta de incendiar a medio San Diego.”

La muchacha ante esas explicaciones aceptó con mucha resignación y  tristeza la  terminación de nuestra relación, no sin antes decirme: “ve, si es por eso no te preocupei, porque yo soy medio Tupera, y para una india, otra india.”

Feligreses venerando la imagen de San Rafael y pidiéndole milagritos

Por esas razones, ahora que viene la fiesta de los Tupes, le digo a mis amigos que tengan cuidado, porque a San Rafael hay que saberle pedir, uno le pide salud, prosperidad y hasta votos políticos y de pronto él termina mandándole una bonita Sandiegana.

 

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