miércoles, abril 24, 2024
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¡TALIANA VARGAS ESPERA SU SEGUNDO HIJO!

Si hoy en día alguien le pidiera a Taliana Vargas que se describiera, lo primero que diría es que es una madre realizada. No se presentaría como la actriz, la exreina o la filántropa. No hablaría de sus personajes o de los premios que ha cosechado en su carrera. La preciosa samaria revelaría, con una sonrisa que no se le desdibuja del rostro, lo dichosa que es siendo la mamá de Alicia María, de un año, y ahora llevando en su vientre a un nuevo bebé, a su Antonio, de cuatro meses. Solo una mamá puede saberlo, sentirlo. Es una misión. Un viaje personal donde no hay espacio para el miedo, sino para dejarse sorprender y tener la fortaleza de traer una nueva vida al mundo. Este regalo de Dios le ha dado la posibilidad de convertirse en una mejor versión de sí misma. Y puede ser que, gracias a su estado de mujer embarazada, luzca aún más bella o que por eso tenga los ojos más brillantes, pero lo cierto es que es una llamarada de emociones. Al conversar, te contagia con tanto afecto…

Hoy, con otro bebé en su interior, la dulce Tali nuevamente se prepara para vivir la historia de amor más grande de su vida. El convertirse en madre por segunda vez ha elevado su alma y la ha llevado a experimentar un sentimiento puro, sin trampas, sin dudas, sin egocentrismo ni egoísmo. Sueña con los ojos abiertos varias veces al día, anhelando ese momento en el que tendrá a su niño en sus brazos… Cuando sus pieles se rocen por primera vez nuevamente comprenderá la creación, se sentirá partícipe de ella, de su inmensidad.

A sus 32 años, Taliana se siente plena y vive con generosidad. Pero ¿todo ha sido tan perfecto como se ve? “No”, responde ella enfática, “sin los días malos no existirían los días buenos, sin los errores no existiría el crecimiento… Y este bebé me ha retado con tantos malestares, pero los he recibido con una sonrisa, y así, lento, pero seguro, van cesando”, asegura.

¿Cómo te enteraste que estabas embarazada?
Me enteré el 20 de diciembre, el día de mi cumpleaños número 32. Me sentía maluca, había virus en Cali y pensé que se me había pegado, y aunque tenía fiesta organizada, me tocó cancelarlo todo. Al mediodía, después de una misa tradicional que hacemos con mis amigas en mi casa, celebrada por un amigo sacerdote, almorzamos en familia y les pedí excusas porque necesitaba acostarme un rato… En la tarde le dije a Alejandro: “Amor, no puedo más, llévame a la clínica, no me aguanto este malestar: tenía fiebre, vómito, me dolían los huesos”. Me hicieron exámenes de sangre para ver qué era y al entregarme los resultados, llegaron cinco enfermeras muy sonrientes diciendo: ‘Señorita, usted no puede tomar antibióticos en estos momentos porque está muy embarazada’. Los dos nos quedamos sin palabras… La verdad es que estaba lactando, mi periodo no había regresado y tenía un bebé de nueve meses en casa; pero sí, estaba embarazadísima”.
¿Qué se dijeron el uno al otro con Alejandro?
Nos abrazamos… Comenzamos a llorar atacados y como unos bobos y la enfermera jefe decía: “¿Qué paso? ¿Están bien? ¿Están preocupados?” Pero andábamos contentos, agradecidos con la vida, plenos.
¿Cuándo le comunicaron la noticia a la familia?
Ese mismo día que me enteré les conté a dos personas: a mi mamá, pues la llamé llorando y le dije: “He recibido el regalo más grande de cumpleaños: estoy embarazada”, y a mi cuñada, Adriana Arboleda. Ambas me dijeron cosas muy bonitas y me llenaron de fuerza. Los bebés llegan cuando tienen que llegar, en el momento que tiene que ser. No importan las dificultades, ellos arriban con todos los retos y hay que agradecerlo.

¿Cuándo aparecieron los difíciles síntomas?
Me enteré de que estaba embarazada y ahí mismo comenzó esta montaña rusa de hormonas, de náuseas, de malestar, de pesadez, de migrañas… o sea, todo lo que todas las mujeres nos tragamos por amor a nuestros hijos me dio, pero multiplicado a las mil potencias… Fue terrible, sentía que me iba a morir. Me acuerdo del esfuerzo tan tenaz que hice el 31 de diciembre para poder estar despierta hasta la medianoche teniendo a Alicia en brazos. Estuve todo el tiempo en la cama y hasta el 21 de febrero, dos meses después, por fin pude pararme y dejé de vomitar (risas).
¿Cómo los manejaste?
Estuvo muy duro, pero la vida es así. Los momentos no son perfectos y cuando experimentas las sobredosis de bendiciones, la vida siempre te sorprende con más aprendizajes. Yo no me cambio por nadie teniendo a mi bebé en la panza, pues puedo pararme al baño a vomitar (risas)… y si me toca estar de reposo los nueve meses, igual lo haría con una gratitud infinita.
¿Cómo fueron las celebraciones de fin de año?
Complicadas, Complicadas. Nos fuimos para Cartagena, pero menos mal tuve a mi familia cerca y me ayudaron un montón para que Alicia estuviera feliz y tranquila mientras yo dormía, vomitaba y me sentía morir… Fueron mi mamá, mis hermanas, Sebas, mi marido, mis cuñados, mis sobrinos, y yo en cama, pero el regalo fue que mi hija estuvo con su papá, con su abuela, con sus primos, entonces ella pasó feliz, creció, aprendió a caminar, disfrutó a su tía Sofi. Tener el apoyo de la familia hace toda la diferencia en la vida.
Alicia apenas tenía nueve meses cuando te embarazaste, ¿no fue muy pronto?
Pues, la verdad es que ya había vuelto a mi peso, todo estaba normal. Pero así son los designios de Dios y estoy muy feliz de que los niños vayan a crecer juntos. Creo que, a largo plazo, es hasta más fácil para uno. Sé que va a ser difícil el tener dos bebés tan chiquitos y tan seguidos, pero después el crecer juntos es un regalo muy grande, es demasiado.

¿Qué dijo tu mamá, que es la más promaternidad, luego de tener cinco hijos?
Es mi mayor regalo. Es la mejor abuela, la mujer más entregada, amorosa, consentidora, pero al mismo tiempo es superfresca. Hoy, le doy tantas gracias a ella, porque soy relajada con los hijos, cero sobreprotectora, y eso les da una libertad a los niños muy buena. Alicia tiene disciplina, pero todo fluye con tranquilidad y eso ha hecho que esta maternidad sea mucho más fácil.

Revista Aló

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