jueves, marzo 28, 2024
DestacadoHistoriasReflexiones

Adiós al valiente Esteban

 

 

 

Al niño Esteban Polanco Rosado, el señor le extendió el tiempo de su existir en su paso por la tierra. La historia de su sufrir  comenzó a sus seis años de edad, en el año 2013, cuando los médicos le diagnosticaron una  leucemia que fue tratada de la mejor manera posible hasta que no quedó vestigio alguno de la enfermedad. Para los médicos fue un  triunfó de la ciencia; para sus padres, actuó el señor con todo su poder, hasta lograr el milagro de su curación.

Sin embargo ese tortuoso tratamiento dejó secuelas sicológicas en el niño; tanto, que cuando cinco años después, el monstruo del cáncer vuelve a atacar  su pequeña humanidad, para probar nuevamente la fe de los suyos,  Esteban se resiste a someterse a otro proceso de quimioterapias. Pero los médicos dijeron que esa era la única posibilidad que tenía para sobrevivir. No muy contento aceptó viajar a la ciudad de Barranquilla para recibir por segunda vez su tratamiento; un proceso tan delicado como difícil,  que casi acaba con su vida y que al final tuvo que ser suspendido y traer el niño de regreso a casa.

Nuevamente, a partir de ese momento, sus padres vieron la presencia de Dios, en ese año que el niño no recibió una solo dosis de medicamento para el cáncer; En ese tiempo, Esteban solo absorbía grandes dosis de amor de su querida familia. Los médicos lo regresaron a casa para que descansara; sin saber que al niño aún le faltaba otra batalla para luchar con todas sus fuerzas por sus días, porque su vida se había convertido en un mapa de oportunidades, donde el señor iba a ir guiando cada paso que le tocaría dar a partir de ese momento.

Un día de enero, hace exactamente un año, Esteban se complicó, y sus padres Alex y Lilibeth, pese a que se habían prometido no torturarlo más con agujas, ni clínicas, decidieron llevarlo a un centro asistencial de Valledupar. El médico dijo: “nada que hacer, ya está en las últimas, sugiero un traslado a Barranquilla” Allí otro médico le dije a Lili su mamita, que para qué lo llevó a morirse tan lejos. Ella le respondió; “porque creo en el señor y en su infinita misericordia”.

En la capital del Atlántico, Un ángel en forma de doctora, dio una nueva luz, la respuesta a la fe inquebrantable de sus padres; “Sí resiste unas quimioterapias, nos vamos con un trasplante de Médula”. Y adivinen? El valiente Esteban no solo aceptó nuevamente la tortura de otro tratamiento; sino que lo resistió, se avanzó mucho y su hermanito menor salió compatible, se viajó a Cali, y allí se realizó el proceso del trasplante.

Al comienzo todo iba bien, durante los seis meses posteriores, la esperanza renació y se pensó que Esteban regresaría a su Valle sano y feliz; pero algo salió mal y luego de otros exámenes, el médico tratante con mucho dolor en su alma, le atravesó el corazón a su madre, con una noticia en forma de daga. “solo le quedan dos o tres semanas de vida al niño, regresen a su tierra para que disfrute y sea feliz”.

En su inocencia Esteban, como en ese momento no sentía dolor, se puso feliz por el regreso, era el rencuentro anhelado con los suyos, y la oportunidad de tener una mascota. Claro que él sabía que el tratamiento había fracasado, y rogó a su madre, con un “no más”, volver al Valle.

Nuestro pequeño regresó a casa, fue recibido con mucha alegría por su familia, le compraron su perrito, corrió, jugo con sus dos hermanitos Alejandro y Elias, como si estuviese completamente sano. Así se sentía. Hace diez días comenzó el final, fiebre, baja de plaquetas, clínica, regreso a casa; nuevamente clínica, el inicio de un tratamiento fallido y esperar la voluntad de Dios.

Hoy el valiente Esteban, el niño lleno de optimismo, que deseaba estudiar en el Colegio Santa Fe cuando estuviese bien, el mismo que le pedía a su mamita que le preguntara cosas de la vida cotidiana para saber sí ya era el final y la la enfermedad no le estaba dañando su mente; se despidió de sus doce años de vida. Se fue tranquilo, poco a poco se fue durmiendo en la quietud del tiempo, agarró la mano de papito Dios para exorcizar el miedo  a lo desconocido y partió más allá del sol.

Viaja en paz mi niño, piensa que existe un mañana para el reencuentro con los tuyos en la presencia de Jesús. Salúdame a Cristi Dangond, que seguro será tu anfitriona en ese cielo de amor, que el señor  tiene preparado para los niños valientes, de alma noble como ustedes.

colibrina@gmail.com

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *