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Historias

«El Ecce Homo de Valledupar, ¿una obra perdida de Jerónimo Hernandez?»

Por: Carlos Luis Liñán-Pitre
Abogado y Filósofo, Estudiante del Master en Estudios Americanos-Universidad de Sevilla

“En un valle a la falda oriental de la Sierra Nevada, y algo distante de ella, está la Ciudad de los Reyes. Fundada por el capitán Hernando de Santa Ana el 6 de enero del año de 1550…Es hoy la parroquia del Valle muy capaz, y proveída de buenos ornamentos. Está dedicada a los Santos Reyes Magos… Con tierna devoción se venera también en aquella parroquia la Soberana imagen de Nuestro Señor amarrado a la columna, que allí comúnmente llaman El Santo Ecce Homo. Tiene esta sagrada efigie mucha fama de milagrosa, mas como no vi en su capilla ejemplares algunos, no puedo escribir cosa particular en este asunto…”

Así describe José Nicolás de la Rosa, en su libro Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Santa Marta, la visita que realizó a la actual ciudad de Valledupar en Colombia. El texto, que data de la primera mitad del siglo XVIII, es también el testimonio más antiguo de la existencia de la imagen del Ecce Homo y la ferviente devoción que, todavía hoy, se le profesa en aquella región.

Al meditar en la imagen, su expresión serena y los detalles magníficos de su talla que aún pueden apreciarse, a pesar del deterioro, es imposible que no surjan preguntas como ¿quién pudo haberlo creado?, ¿Cómo llegó esta imagen, tan bien lograda, a una aldea colombiana del siglo XVI, escondida al pie de la imponente Sierra Nevada?.

Es apenas normal que ante la imposibilidad de responder algunos interrogantes, el mito y las explicaciones fantásticas vengan en auxilio del hombre que se cuestiona. Sucedió con el Ecce Homo, alrededor del cual se tejió el relato de un forastero que visitó al pueblo y gozó de una excelente acogida. El visitante, al notar que en la población no tenía un santo patrono que la protegiera, como gesto de agradecimiento, se ofreció para tallar la imagen.

El misterioso escultor se encerró en una habitación y, después de cuarenta días con sus noches, ante el silencio absoluto, los vecinos preocupados deciden echar la puerta abajo.

Cuál no sería la sorpresa al encontrar, solamente, la maravillosa efigie de Cristo atado a la columna. Esta historia relato tiene los rasgos de las narraciones utilizadas en la España del siglo XIII, durante la reconquista, para crear un cierto halo de misticismo alrededor de alguna imagen religiosa, un buen ejemplo es la leyenda de la Virgen de los Reyes, actual patrona de Sevilla.

El Ecce Homo es muy venerado en Valledupar y su fiesta se celebra cada Lunes Santo, cuando recorre las calles del centro histórico acompañado por miles de personas.

Su estado de conservación es lamentable, tal vez porque se ignora la riqueza que supone su talla, tal vez por miedo a intervenirlo. Su policromía está ennegrecida por el polvo y el hollín pues la imagen, tras ser untada de aceite, era iluminada con el fuego de la cera. En tiempos remotos salía en procesión a la intemperie, a merced de la lluvia, el sol y el viento.

Hoy continuado haciendo su recorrido anual protegido por una urna de cristal, construida para tal fin.

Cuando salí de Colombia rumbo a la Madre Patria para adelantar mis estudios de maestría, llené mi maleta de recuerdos, sueños y deseos de conocer. La idea recurrente, casi obsesiva, de encontrar respuestas acerca del Ecce Homo no me abandonó, al contrario, se hizo más fuerte; pensaba que quizá en el Archivo General de Indias encontraría algún dato. Al llegar a Sevilla la esperanza de despejar mis dudas aumentó porque la historia americana empezó en esta ciudad. La Antigua Hispalis fue el epicentro de la conquista y colonia del Nuevo Mundo y esto supuso un enorme auge económico que posibilitó el desarrollo de movimientos intelectuales, artísticos y culturales interesantes al permitir la confluencia de corrientes y estilos provenientes de toda Europa.

Empecé una búsqueda cada vez más infructuosa. No había ningún rastro: Valledupar era desconocida y el Ecce Homo mucho más. El aliciente para mi frustración eran los paseos por el Centro Histórico Sevillano donde cada esquina, cada casa y cada iglesia cuentan una historia distinta. Las calles adoquinadas y estrechas de Sevilla son una máquina del tiempo que permiten viajar al pasado y en una de mis tantas visitas a la Parroquia San Vicente Martir, tuve la oportunidad de conversar con el equipo de profesionales que, encabezado por David Trigueros Berjano, trabaja en la restauración del retablo de Ocampo que existe en esa iglesia. Al mostrarle en una foto el estado de preservación deficiente del Ecce Homo de Valledupar, David, tan sorprendido como yo, me habló de las similitudes que a simple vista percibía entre la imagen colombiana y el Cristo Resucitado de la Hermandad de la Quinta Angustia que reposa en la Iglesia de Santa María Magdalena, a pocas cuadras de allí.

Horas después me enviaba una fotografía confirmatoria de sus palabras: por su estatura y su porte, la expresión de su cara, el cabello sobre sus hombros y las tres potencias en la cabeza pensé haberme encontrado con el hermano perdido del Ecce Homo de Valledupar.

No creo en las casualidades, así que me dediqué a investigar un poco y encontré que el Cristo Resucitado de la Quinta Angustia data de 1580, de las gubias de Jerónimo Hernández (1540-1586), considerado el impulsor de la Escuela Sevillana de Escultura del Siglo XVII.

Aferrado a este dato como un hombre al borde del precipicio, fui un poco más allá y redescubrí a la Virgen del Rosario de Valledupar como creación de Jerónimo Hernández.

Adrián Contreras-Guerrero, en su tesis doctoral titulada In Ligno Facta: artes escultóricas de los siglos XVII y XVIII en Colombia (2018), afirma que aunque no existe prueba documental que lo confirme, la entidad artística de esta Virgen no plantea dudas de la autoría de Hernández; esta sería una de sus obras tempranas y clave para reinterpretar su trayectoria.

Por otra parte, Jesús Aponte Pareja en su libro Escultura en el Nuevo Reino de Granada. Siglos XVI y XVII (2016), había notado la semejanza entre las imágenes cristíferas que hemos venido comentado, pero sin profundizar en el tema.

Entonces, aunque exista la incertidumbre artística no es menos cierto que también existen semejanzas entre el Ecce Homo de Valledupar y el Cristo Resucitado de la Quinta Angustia: los pies con los dedos abiertos, las piernas hasta la rodilla y la posición serpentina, la tipología del cabello, la barba bífida y la musculatura.

Gracias a estas aproximaciones, un grupo multidisciplinar de expertos hemos abierto una línea de investigación para adelantar un estudio profundo y serio que nos permita realizar una comparativa histórica, estilística, técnica y científica entre ambas efigies sagradas, con el objetivo de atribuir la talla del Ecce Homo de Valledupar a la escuela escultórica sevillana y en especial al taller de Jerónimo Hernández, y al mismo tiempo gestionar una posible intervención que rescate este bien cultural de su inminente destrucción.

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