Para ti, que sabes escuchar…
Quien nos escucha es como el artesano que va tejiendo una hamaca: da cada puntada con precisión; teje teniendo al frente a quien desenreda la madeja, quien desenmaraña cada hilo, da vueltas a las hebras, adelanta, retrocede y, cuando todo parece estar desenredado, vuelve y se enreda. Pero ahí está el tejedor, que no lo apresura: suelta las agujas y espera.

La madeja que algunas veces llevamos dentro solo se desata cuando las palabras brotan, cuando saltan las talanqueras, cuando se rebelan y sueltan las cadenas. El tejedor las toma y, como si fueran hilos, las va jalando con paciencia: les abre paso entre las hebras y, aunque vuelvan a formarse nudos, no se afana para que los suelten.
Luego, cada hilo lo convierte en arte. Quien nos escucha nos rescata: tiende una hamaca a nuestra mente para que repose.
Quien escucha es como el mar: ¿qué le dice el sol al mar cuando todas las tardes sumerge su voz en él? Solo el mar sabe. No todos deben ser elegidos para escucharnos; se necesita de pocos para que el corazón esté a salvo. ¡Qué dicha tener la certeza de que, aun con vendaval, no habrá naufragio!
Escuchar es pausar para que otros transiten, es recoger las hojas secas que cubren el camino y, a veces, abrir nuevos horizontes; es el interés hecho oídos. Escuchar es una destreza, y elegir bien a quien nos escucha también lo es.
Quien escucha apoya con la mirada, abraza con las lágrimas. Es guardián de culpas y disculpas, el invitado a sentarse en la misma mesa con la coherencia y la contradicción, y, aun así, acepta.
En esto quedé ‘hilando’ luego de leer el libro ‘Cómo hacer que te pasen cosas buenas’, de la psiquiatra Marian Rojas Estapé. Ella, al entregar pautas sencillas para gestionar de forma correcta las emociones, dice: “Di lo que piensas, sin herir. No silencies todas tus emociones, habla con alguien que te genere confianza… El desahogo tiene que permitirte recuperar la paz y el equilibrio interior”.
… Y hay paz cuando sabemos que existe un enorme tejido listo para sostener el peso de nuestros pensamientos y que nuestras palabras encuentran resguardo seguro en la profundidad del océano.
Por Herlency Gutiérrez.
Periodista, dos veces ganadora del Premio del CPB, del Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa y reconocida por el jurado de los Premios Simón Bolívar.

