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Opinión

El nombre de Hernando Marín merece respeto

En el vallenato late un corazón que sigue sangrando. Las “Torres de Nando Marín” que llevan el nombre de Hernando Marín Lacouture – aquel juglar que convirtió su opinión en versos y la esperanza en acordes – hoy resuenan con ecos de metralla en lugar de acordeones, distando del pensamiento de un hombre que hizo de adversidad una historia musical. ¿Cómo llegamos a este desgarro cultural donde el homenaje se convierte en afrenta?

“Yo quiero cambiar la guerra por paz y amor”, imploraba Hernando en su icónico Canta Conmigo, un himno a la reconciliación donde la guitarra se hace puente entre los desgarrados. Esta obra no es simple entretenimiento. Es pedagogía de paz con ritmo de paseo. Marín demostraba que el arte verdadero no huye de la realidad: la transforma con belleza.

Hoy, 26 años desde la partida de mi padre, las torres que llevan su nombre se han convertido en espejo de la fractura social, donde debería haber alegrías compartidas hay riñas con machetes (El Pilón, 2025).

Los medios de comunicación locales y nacionales han documentado la grave situación que hoy enfrentan las llamadas “Torres de Nando Marín”.  El Pilón reportó desde junio de 2013 los primeros “brotes de inseguridad” en los que residentes eran intimidados por delincuentes armados al entrar y salir del conjunto. También se denunciaron invasiones ilegales de apartamentos desocupados, lo que desató conflictos e incrementó el desorden social.

A esto se suman amenazas de muerte (El País Vallenato, 2018), la intolerancia como principal detonante de riñas (El Pilón, 2020), episodios dolorosos de violencia intrafamiliar y lesiones con armas de fuego. En mayo de 2024, una mujer resultó herida a bala por su propio hermano en medio de una discusión dentro de uno de los apartamentos (El Pilón, 2024). Hace un año, un hombre fue capturado por agredir a su pareja sentimental (El Heraldo, 2024). Más recientemente, se han reportado riñas con machetes y heridos en las zonas comunes (El Pilón, 2024–2025).  Incluso, se han denunciado casos extremos en los que un residente habría amenazado con degollar a niños vecinos, además de ser señalado por la comunidad como el ladrón del barrio (Pulzo, 2024).

Todo esto no solo afecta la vida de quienes allí habitan, sino que golpea con fuerza el buen nombre de quien fue un símbolo de paz y sensibilidad.

Personalmente, no cuestiono la intención inicial de bautizar estas torres como un homenaje. Seguramente, al momento de inaugurarse, la idea era digna y justa: recordar a un hombre que hizo grande a Valledupar con su canto. Sin embargo, la realidad que hoy enfrenta esta urbanización contradice ese propósito y convierte el homenaje en una afrenta. No se honra a un artista ligando su nombre a escenarios de descomposición social y violencia.

Por eso, exijo respetuosamente a la Alcaldía de Valledupar, a la Gobernación del Cesar y demás autoridades locales que busquen la manera de resarcir públicamente el buen nombre de Hernando Marín. A mi padre se le debe recordar en espacios de cultura, de educación o de convivencia armónica, nunca en lugares que la comunidad percibe como sinónimo de inseguridad y deterioro.

Mi padre no fue un hombre violento ni estuvo jamás asociado a la delincuencia. Fue un creador que aportó amor, reflexión y alegría a través de canciones como La Creciente, Valledupar del Alma o Mis Muchachitas. Por eso, es doloroso que, en lugar de recordarlo en escenarios que reflejen la nobleza de su obra, su nombre aparece vinculado en titulares que hablan de atracos, amenazas o descomposición comunitaria.

Hernando Marín nos dejó una lección en Valledupar del Alma: “que mi pueblo vallenato sea el espejo donde el mundo hoy se tenga que mirar”. Hoy ese nombre clama desde el interior de las torres. Restituir el buen nombre de Nando Marín no es más que un acto de amor, devolverlo a los escenarios culturales, a las escuelas, a los lugares donde aún se cree que, «la música puede amansar fieras».

Hoy levanto la voz no solo como hijo, sino también como ciudadano que cree que a los grandes de nuestra historia se les debe recordar con el mismo respeto con el que ellos nos entregaron su obra. Hoy toca cantar más fuerte que nunca. Para que el legado de Hernando no se ahogue en los silencios cómplices.

Frente a la encrucijada que vive la comunidad, propongo un plan de rescate tripartito donde autoridades implementen operativos de seguridad focalizada con inteligencia policial, la Alcaldía convierta espacios de las torres en centros culturales comunitarios (con escuela de música y biblioteca), y los residentes lideren comités de convivencia que, como código ético, recuperen los espacios comunes mediante jornadas artísticas y sistemas de alerta temprana entre vecinos, demostrando que tras los titulares de violencia late una mayoría trabajadora que merece que su sudor no sea opacado por las acciones de grupos minoritarios que han secuestrado el nombre de quien cantó «Quiero traer para el amor el pecho abierto» como fórmula de reconciliación nacional.

Por: Juan Pablo Marín

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