Colombia en vilo: violencia, institucionalidad y aislamiento internacional
Esta semana, Colombia ha vivido momentos de profunda conmoción. La muerte de Miguel Uribe Turbay, víctima de un atentado en Bogotá, no solo enluta a una familia marcada por el dolor, sino que reabre una herida nacional: la violencia política. Este crimen, perpetrado en la capital por un menor de edad vinculado a estructuras armadas, confirma que la violencia ya no es un fenómeno rural. Se ha instalado en nuestras ciudades, en nuestras instituciones, en nuestra cotidianidad.
La democracia, frágil por naturaleza, se sostiene en pilares que hoy parecen tambalear. La Corte Constitucional, en un acto de responsabilidad institucional, devolvió el proyecto de reforma pensional al Congreso para corregir vicios de forma. Era una oportunidad para enmendar el trámite, abrir el debate y respetar el procedimiento legislativo. Pero el Congreso optó por evadir el fondo del asunto, aprobando una proposición que acogía el texto del Senado sin discutir las más de 700 proposiciones acumuladas. Lo que debía ser un salvavidas jurídico terminó convertido en una burla al alto tribunal.
La reforma, previsiblemente, se hundirá. Y cuando eso ocurra, no valdrá culpar a la rama judicial ni tildarla de enemiga del pueblo. En derecho, las oportunidades, si no se aprovechan, caducan.
A este panorama se suma un factor que agrava la inestabilidad interna: las relaciones internacionales atraviesan una fase de tensión crítica. El distanciamiento con socios estratégicos, los cuestionamientos a la política exterior y los roces diplomáticos han debilitado la posición de Colombia en el escenario global. Y cuando un país se aísla, pierde respaldo, pierde interlocutores y, sobre todo, pierde margen de maniobra para enfrentar sus crisis internas.
La suma de estos elementos (violencia política, desinstitucionalización y aislamiento internacional) configura un escenario de alto riesgo. No es momento de improvisar ni de polarizar. Es momento de recuperar el respeto por la ley, por el procedimiento, por la vida.
Por Luís Alfredo Velásquez Maestre