Rechazo al atentado contra Miguel Uribe
El atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay es un acto de violencia absolutamente inaceptable. Minutos antes del ataque, el propio Uribe se había referido al porte de armas, señalando que estaba de acuerdo con esta medida y argumentando que hoy las armas están en manos de los criminales, a quienes no les preocupan los permisos legales.
Este hecho no puede analizarse de manera aislada. Colombia atraviesa un periodo de profunda división y polarización, donde la política ha sido reducida a discursos incendiarios que alimentan el resentimiento y apelan a la ira popular. En este contexto, un atentado no solo es condenable en sí mismo, sino que puede ser la consecuencia directa de una retórica que, lejos de construir, destruye.
Si continuamos por este camino, corremos el riesgo de caer en una espiral de violencia que podría conducirnos a escenarios aún más graves. La historia nos ha enseñado lo que ocurre cuando la política se transforma en un campo de batalla: la democracia se debilita y la convivencia se fractura.
Los líderes políticos deben asumir su responsabilidad. No pueden seguir avivando la confrontación ni instrumentalizando el miedo y la rabia como estrategias electorales. Colombia no puede seguir votando bajo el influjo del miedo o el rencor, pues esto solo profundiza la división social y pone en riesgo nuestra frágil estabilidad.
Nunca alcanzaremos la paz si quienes debieran representar la unidad nacional dedican sus esfuerzos a fragmentarnos. Es momento de que todos los sectores rechacen sin ambigüedades este acto de violencia y exijan a las autoridades identificar y sancionar a los responsables con celeridad. La política debe recuperar su sentido ético y democrático: servir al ciudadano, no enfrentarlo.
Luís Alfredo Velásquez Maestre