martes, abril 23, 2024
Opinión

De viajes y deportes extremos.

Por: Carlos liñan

Viajar es una de las experiencias más hermosas y gratificantes que puede experimentar el ser humano pues permite acercarse al distante y conocer al distinto.

Desde los primeros momentos de la historia universal, las grandes migraciones estuvieron a la orden del día por distintas razones: búsqueda de alimento, seguridad o cuando el clima así lo exigía. Estos desplazamientos fueron agigantándose con la llegada de los medios de transporte.

Han pasado 6 mil años desde que el primer grupo humano utilizó el caballo, ya domesticado como fuente de alimento, para trasladarse de un lugar a otro y, aún más, como arma de guerra; dos mil desde el invento de la máquina de vapor, aunque con fines recreativos; casi 600 desde que Leonardo Da Vinci diseño el avión y 114 desde el primer vuelo -que solo duró doce segundos- de los Hermanos Wrigth…en fin, desde nuestra triunfal aparición en el planeta hemos dado un salto cualitativo significante, especialmente en lo que se refiere a los medios de transporte y de comunicación que hoy se caracterizan por ser masivos.

Este salto ha incidido en grandes transformaciones en todas las dimensiones de la realidad, lo sensible y lo inteligible. Gracias a la máquina de vapor mejorada por James Watt se produjo la Revolución Industrial; apenas hace unos días se cumplieron 48 años de la llegada del hombre a la luna  y hoy tenemos a nuestra disposición trasatlánticos y aviones super sónicos para migrar por necesidad, curiosidad, vanidad o placer.

¿Cuántas cosas hacemos solo por puro y simple placer? Por placer vacíamos de sentido humano las relaciones sexuales, cosificamos al otro, lo volvemos un objeto, le ponemos precio sin ningún valor. Por placer nos atragantamos de tecnología o de comida. Buscamos el placer como los alquimistas a la piedra filosofal, o como algunos buscan el santo grial.  Muchos jóvenes por placer se autoflagelan o arriesgan su vida.

El placer no es el mal, caeria en el maniqueísmo si llegase a afirmarlo. El placer no es un demonio maligno, ni más faltaba.  Solo quiero decir que cuando el placer se convierte en nuestra opción fundamental estamos en problemas. Lo mismo sucede cuando convertimos el dinero en el fin y olvidamos que es sólo un medio.

Viajar es placentero, edificante y bueno pero hacerlo por las carreteras de La Guajira se ha convertido en un deporte extremo tanto como escalar una montaña sin el equipo de seguridad o lanzarse sin paracaídas desde una altura de 7 mil pies. Lo experimentamos quienes transitamos la vía con cierta regularidad y, lamentablemente, lo comprobaron las víctimas del bus siniestrado días atrás.

Altas velocidades, huecos en la vía, señalizaciones inexistentes, la maleza como dueña y señora a la vera del camino, carros transportando combustible sin ningún control. El coctél perfecto para graves accidentes.

No entiendo mucho del tema, pero surgen preguntas ¿Qué sucede con el recaudo de los dos peajes existentes y activos en la nueva vía que de Valledupar conduce a Riohacha? Es cierto  que hasta San Juan del Cesar las condiciones de la carretera son las óptimas pero, de ahí en adelante empieza el camino de la amargura.

Mi intuición me dice que esa es una vía nacional y, por ende, es responsabilidad del Estado mantenerla en buen estado aunque de nada servirían obras y vías de avanzada ingeniería si por ellas no pueden ser utilizadas por hombres y mujeres libres.

 

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